Cuando los Amigos de las Madres Benedictinas de Nuestra Señora de Carbajal de León, nos reunimos en el encuentro semestral de mayo del 2011, teníamos interés en visitar los monasterios de las MM Benedictinas de Sahagún y S. Pedro de las Dueñas y acercarnos a estas monjitas, portadoras de un carisma, que ilumina y embellece más, que las nobles piedras y la historia de sus edificios.
Primero visitamos el monasterio de S. Pedro de las Dueñas, donde fuimos acogidos con cariño y obsequiados durante la comida conventual con el cántico de bendición de la mesa, por la madre abadesa y las monjas que nos servían. Nos enseñaron la iglesia y disfrutamos de la belleza y retiro de su jardín.
Después nos acercamos a Sahagún, donde de nuevo recibimos muestras de afecto y dedicación, mientras nos mostraban el museo y la iglesia. Compartimos los rezos de Vísperas, al final de nuestro encuentro, mientras las voces y acordes de su afamado órgano, nos elevaban en la oración.
Las Madres Benedictinas han sabido conservar la herencia del esplendoroso pasado, del antiguo y desaparecido monasterio Real de S. Benito de Sahagún y de otros, como el de Trianos, al que perteneció el retablo mayor de su iglesia.
Hablemos de la importancia de Sahagún, ya en tiempo de los romanos, pues en esa época, en el entorno de Sahagún se situaba la mansito romana de Camala, en la via I, que enlazaba Legio con Italia.
Aquí existía ya un primitivo santuario. El poblado tuvo lugar a la sombra de un monasterio dedicado a los santos Facundo y Primitivo, hijos de San Marcelo y Santa Nonia, y hermanos a su vez de otros diez santos mártires. Eran legionarios romanos convertidos al cristianismo y fueron perseguidos, martirizados y arrojados al río Cea. Los cristianos recogieron sus cuerpos y levantaron un primitivo santuario (Domnos Sanctos) consagrado a ambos, antes del siglo IX.
Los musulmanes lo destruyeron en varias ocasiones y varios reyes cristianos protegieron los centros religiosos, ubicados en las proximidades de la frontera, como baluartes de la misma, convirtiéndolas en iglesias-fortaleza.
El rey Alfonso III el Magno, tratando de revitalizar la vida monástica del norte de España mandó venir a numerosas comunidades, que permanecían en territorio musulmán para que revitalizaran la vida monástica y se ocuparan de los arruinados monasterios.
Así el de Sahagún, en el 872 , lo donó a monjes provenientes de Córdoba, que restauraron la vida monástica.
El mayor impulsor fue el rey Alfonso VI.
Cuando su hermano, el rey Sancho de Castilla le arrebató el reino de León, que había recibido en el desmembramiento del reino leonés, tras la herencia de su padre, entonces, fue confinado en el monasterio de Sahagún.
El abad le ayudó a escapar y el destronado marchó a la corte mora de Toledo, cuyas parias le habían correspondido en la herencia a acogerse a su protección.
Cuando Sancho cayó en el cerco de Zamora, luchando contra su hermana Urraca, Alfonso recuperó León y anexionó Castilla y empezó a compensar los favores al monasterio.
De la misma manera que sus padres, Fernando I y la reina Sancha, en un afán expansivo e “internacional”, habían dignificado el incipiente reino leonés, consagrando la iglesia cortesana a S. Isidoro de Sevilla, heredero de la tradición visigótica y del saber de su tiempo y edificado en ella el magnífico panteón románico, Alfonso VI, establece fuertes relaciones con Europa y edifica en Sahagún la gran abadía cisterciense, donde decide ser enterrado.
Su matrimonio con Constanza de Borgoña propiciará la entrada de los monjes de Cluny en la abadía. En 1080 Alfonso VI nombra abad al francés Don Bernardo de Aquitania y en el año 1085 concede a Sahagún los conocidos fueros de Sahagún que propiciaban el crecimiento de la villa, pero siempre bajo el poder de la abadía. Se acrecentó tanto el poder del abad que el rey les cedió la jurisdicción sobre el territorio del monasterio y dependían directamente de la Santa Sede.
Introduce el rito romano, a pesar de la resistencia leonesa y la de los monjes mozárabes el abad Bernardo pasa a ser obispo de Toledo, cuando el rey conquista de los árabes la codiciada capital visigótica.
La villa se convirtió en un importante foco cultural, donde convivían hombres de las más distintas razas y culturas, desde comerciantes francos y de otras nacionalidades hasta mudéjares y judíos. En determinados momentos, la tensión entre los distintos grupos sociales, como burgueses y artesanos, originó situaciones conflictivas. Las revueltas de los burgueses facundinos contra el abusivo poder abacial son, junto a las de Santiago de Compostela, paradigma en el Reino de León, tanto por su importancia como por el conocimiento que se tiene de ellas.
El siglo XII en el apogeo tanto de la villa como del monasterio surgen las Crónicas Anónimas, compuestas por los monjes benedicinos del Monasterio dos siglos después de los hechos relatados. La primera comprende desde el momento fundacional hasta 1117 y la segunda narra las rebeliones burguesas acaecidas entre 1237 y 1255.
Entre los hitos más importantes que relatan están la concesión a los burgueses, por parte del Abad Don Diego (1087-1110), de un privilegio por el cual les permitía levantar un recinto amurallado en la villa, y el derecho a acuñar moneda, al menos desde 1116.
“Ayuntáronse de todas partes del uniberso burgueses de muchos e diversos oficios, conbiene saver: herreros, carpinteros, xastres, pelliteros, zapateros, escultores, e omes enseñados en muchas e dibersas artes e oficios, e otrosí personas de diversas e estrañas provincias e reinos, conbiene a saber: gascones, bretones, alemanes, ingleses, borgoñeses, normandos, tolosanos, provinciales, lonbardos, e muchos otros negociadores de diversas naciones e estrañas lenguas. E así el Rey Don Alfonso, pobló e fizo la villa non pequeña.” Primera Crónica Anónima de Sahagún
La importancia del monasterio fue en aumento, llegando a extender su jurisdicción sobre casi un centenar de monasterios, conventos e iglesias, desde el Cantábrico hasta la provincia de Segovia.
Por otra parte, gracias a Clemente VI, en 1347 le fue concedido el poseer su propia universidad, en la cual, bajo Benedicto XIII, en 1403 se podían cursar estudios de Teología, Derecho canónico y Artes liberales. Su importancia fue tal que incluso intercambió honores con la Universidad de Salamanca y suministró catedráticos a la universidad de Alcalá de Henares.
El número inicial de sus habitantes no bajó de 8.000. Se dijo villa, y no ciudad, por ser señorío no episcopal, aunque tan sólo a 50 años de su carta poblacional se le calculan 12.000 habitantes.
Al morir este gran rey en 1109 fue enterrado en el monasterio, al igual que sus esposas.
Desgraciadamente sus restos fueron saqueados y hoy sólo se conservan dos austeros enterramientos, en la iglesia del monasterio de las MM Benedictinas. En uno yace el rey y en el otro tres de sus esposas: Constanza, Berta y Zaida.
En el autobús hablamos de sus cinco esposas, sus distintas procedencias europeas y de la gran personalidad del rey. Sólo tuvo un hijo varón, de la mora Zaida, pero murió en la batalla de Consuegra, de manera que heredó el trono su hija Urraca, una gran reina, a la que los leoneses estamos muy agradecidos.
Se utilizó el panteón funerario por otros reyes y magnates, como Pedro Ansúrez, su fiel amigo, que fundó Valladolid para nuestro rey de León. De esa época es el sarcófago de Alfonso Ansúrez, su hijo, hoy en el Museo Arqueológico Nacional.
Con el paso de los siglos, la decadencia de Sahagún y de su monasterio fue progresiva, lo cual se vio acentuado con la desamortización de Mendizábal, que prácticamente terminó con el espíritu religioso de la villa desde los tiempos de Alfonso VI.
En la Desamortización de Mendizabal de 1837 son sacados a subasta pública los edificios que conforman el monasterio, con la excepción de la Torre del Reloj, por contener el reloj de la villa, y el Arco de San Benito junto al tramo adyacente, por haberse proyectado una carretera bajo el mismo.
Los Amigos de las Benedictinas de León, disfrutamos del encuentro, la camaradería y toda la belleza y buenos sentimientos que nos habían rodeado durante el día. Ahora esperamos la siguiente ocasión, con la seguridad de que seguirá siendo beneficiosa para todos.
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