Con el mes de noviembre ha venido el frío, los magostos, las tertulias de amigos al calor de unos leños y ¡la degustación de una liebre cocinada por los amigos cazadores!
La cocinamos en la bodega de Baudilio, que lleva el nombre señero de “la Malvasía” en homenaje a las antiguas cepas griegas del mismo nombre. Tenéis que saber, que en la bodega de Baudi solo cocinan los hombres y las mujeres, cuando van, lo hacen como invitadas, ¿Qué digo invitadas? ¡Reinonas, que ni siquiera las dejamos tocar un plato!
Debo decir, sin embargo que lo de “cocinamos” que mencioné antes, no es muy exacto pues cuando fuimos llegando, tanto Baudilio como José Antonio ya llevaban toda la tarde trajinando en los fogones, pelaron primero casi cinco kilos de patatas, que pusieron a cocer junto a una liebre de 2 kilos y 400 gramos cazada por ellos, agua en abundancia, tomillo recogido por los alrededores, 9 hojas de laurel traídas expresamente por el amigo Nabor de sus posesiones de Rozuelo y casi una docena de pimientos, todo ello cocinado a fuego muy lento, durante más de dos horas y media. La calidad de los productos y la buena mano que tienen para vigilar la coción, son todo el secreto de una exquisita cena entre amigos.
Mientras se cocinaba el guiso, nosotros asábamos castañas que íbamos comiendo acompañadas de un buen vino de la tierra, mientras exagerábamos un poquito hablando de nuestra pericia como cazadores y de otras virtudes que también nos adornan.
Para controlar el grado alcohólico en todo momento, tenemos en un lugar visible del pabellón de caza, que por estos pueblos se denomina el portal de la bodega, un baldosín con la escala de la borrachera, del que no podemos sobrepasar el nivel tres “canciones regionales” que se pueden permutar por “chistes verdes”, a la hora de los chupitos.
Y eso voy a hacer yo aprovechando la última foto adjunta, aunque así en frío no es lo mismo… veréis:
Había en un pueblo del interior una chica más o menos como la del calendario que está a la derecha de Baudi, vivía con sus padres pues, aunque tenía novio, estaba soltera todavía y aunque la veáis así de sanota tenía unos retorcijones de tripa que preocupaban a sus progenitores. Estos decidieron llevarla al ginecólogo de la capital en el coche de línea acompañada por su madre.
Ya de vuelta el padre no podía ocultar su preocupación ¿Qué… que os dijo el médico? Pues nada, que la niña tiene un ventilador en los ovarios, contestó la madre.
Pero eso ¿Qué quiere decir? Pues no sé yo, pensaba que tú que eres tan listo, lo sabrías. El hombre muy cabreado nada más comer cogió el coche de línea para ir a la ciudad a ver al ginecólogo, que como estaba de guardia era el mismo que atendió a las mujeres por la mañana.
Doctor, me dicen que mi hija (la del calendario) tiene un ventilador en los ovarios. ¡No, no!, contestó el doctor, lo que yo las dije es que a su hija no sólo su novio se la estaba ventilando, si no ¡VARIOS!
Bueno, bromas aparte, todas las entradas del blog son de historia, de iglesias, de arte, así que no vendría mal que contarais unos chistes en el apartado de NO HAY COMENTARIOS y me gustaría que empezaras tú, José Luis con el del loro.
Un saludo a todos los que habéis compartido conmigo esta magnífica velada.
Ved el reportaje fotográfico aquí.
Texto y fotos de Rafael Cid
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