En esta estancia en Irlanda hemos ido de senderismo. ¡Quién lo pensara, a la montaña!
Surgió así porque el sábado vinieron Kuba y Brenda a comer con nosotros y traían unas empanadillas mexicanas muy sabrosas, de carne con cebolla o puerro, champis...Rafa hizo una paella de pollo y estrenó el jamón q le habíamos mandado y por la tarde decidimos la excursión a la que iríamos juntos.
Así que otro día fuimos al Centro Comercial, comimos en Wagamama y compramos... botas de montaña para papá. ¡Ya estábamos preparados!
El último bank day de la temporada estival salimos dirección sur, hacia Bray. A la izquierda estaba Glendalough y a la derecha una montaña que él dijo que se llamaba Great Sugar. http://www. wicklowcottage.ie/about- wicklow.html
No venía en las indicaciones de la autopista y cómo él ya la había subido conocía la ruta, dio la vuelta y encontró el camino. Después nos dijo que el nombre sería Montaña Roja, o ese es el nombre de la cordillera, que corresponde a las montañas de Wicklow.
Enseguida iniciamos la ascensión a esta hermosa montaña con Kuba y Brenda, acompañados por la perra Kira, que es de un amigo, que había ido a España por dos semanas.
Era un roquedo desde donde se veía una extraordinaria perspectiva: a una orilla Dublín y a la derecha la línea de la costa con algunas islas, donde Kuba dijo que había practicado el kayak.
Brenda cronometró la subida que dijo que había sido de 45 minutos. ¡Buen ritmo contando con las inevitables paradas para fotografiar!
En el trozo final era casi andar a cuatro patas, pero no era difícil la ascensión y para bajar lo hicimos más despacio cediéndonos el paso entre roquedos y sendas estrechas, pues había tanta gente que parecía la calle Ordoño II de León.
Después de la montaña queríamos ir a la playa...
Así que fuimos a Bray y en la playa me metí los pies.
Había bandera roja, pero el mar estaba en calma. Sólo una niña estaba en el agua, vestida remojando las pantorrillas. Yo no podía pasar sin probar el agua y aunque sólo me mojé los pies, me vino muy bien, pues se me quitaron las agujetas, que ya me mordían.
El agua tenía algas flotando, pequeños pompones rosados y toda la playa era de cantos rodados, en el borde más pequeños, no llegué a pisar arena, aunque ya parecía adivinarse. ¡Cómo extrañaba la playa de la Mata en Torrevieja, de donde acabábamos de venir, con su agua transparente, luminosa y su arena dorada, tersa y brillante!
Comimos frente al paseo, en la terraza de un restaurante indio, pues no podíamos entrar al interior por el perro.
Estaba todo a tope de gente y de fiesta, había montones de atracciones y shows para la ocasión .
Deseando estamos de repetir la experiencia. Kuba dijo que iríamos a la montaña que se elevaba al final de la playa, pero otro día, quizá el próximo año... Muchas gracias por su gentileza y la de Brenda.
Nos despedimos del lugar con un rico helado italiano.
Rafa aprovechó para documentarse sobre el lugar y pronto subiré su relato, estad atentos.
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