En nuestro último recorrido histórico por el Viejo Camino de Santiago por la montaña de León que semanalmente narramos en “la nueva crónica” nos vimos obligados a bordear el embalse de Barcena ya que aunque los protagonistas de nuestra historia cruzaron el valle en el año 902 por la antigua vía militar romana nosotros no podíamos hacerlo, ya que ha quedado anegada por el pantano.
Cuenta Manuel Ignacio Olano Pastor en sus “Caminos Históricos del Bierzo” que el antiguo puente romano de Congosto había quedado parcialmente destruido por el agua, se reconstruyó en 1501 pero los de Villafranca alegaron que ellos ya atendían derechos de castillaje, los de Cacabelos también se excusaron alegando que ellos también tenían que reparar sus puentes ( A lo mejor intuían que 500 años mas tarde todo sería anegado por el agua y era un trabajo innecesario)
En la actualidad, nosotros teníamos la suerte de contar con estupendo guía y compañero de aventuras, David González que para hacernos más llevadera la ruta, se guardaba una sorpresa en la manga, nada más ni nada menos que la visita a un ara de sacrificios o pila prehistórica sita cerca del lugar por el que transitábamos.
Ya D. Francisco González González llamo la atención sobre ella en un artículo que publicó en el nº 433 de 23 de agosto de 1980 de la Revista Aquiana, y que lleva por título: "Pila prehistórica en la presa de Bárcena". Don Francisco a su vez cita a Gómez Moreno haciendo referencia a dos castros separados por un angosto valle con el Sil a enorme profundidad. Continua su artículo informando: “En la margen derecha del Sil, sobre la misma presa del pantano de Bárcena, hay un elevado y puntiagudo peñasco atravesado por el túnel vial que corona el muro. A cualquier observador atento a lo extraño, le llamará enseguida la atención su destacada forma piramidal truncada y su estratégica situación junto al río, cosas ambas oportunas para suponer en él un altar de invocaciones o una cúspide inmolatoria.”
Así que nosotros como unos modernos y peliculeros Indiana Jones emprendimos la escalada del empinado monte...en la parte equivocada.
Pero no desfallecimos, cruzamos la presa del embalse e iniciamos de nuevo la escalada y esta vez ¡Bingo! David encontró la piedra que se describe en el artículo de la revista Aquiana .... Allí, ahuecando la roca de granito, sobre una plataforma casi rectangular de 1,65 x 2,10 metros, hallé restos de una pila, también rectangular, de 0,57 x 1,35 x 0,12 metros. Sus lados mayores están ligeramente inclinados, desaparecidos en su mitad sur, donde el lado menor ha desaparecido también, acaso erosionado por los vientos. El lado norte parece cóncavo, de suave pendiente, como labrado voluntariamente en una conformación de artesa
El entorno donde se encuentra debo confesaros que para un no profesional de la arqueología como somos nosotros nos defrauda un poco. Gracias a Dios que de vuelta a casa se me ocurrió consultar un blog del que os he hablado en alguna otra ocasión que me gusta consultar, se trata de http://asturiense.blogspot.com.es/2014/11/la-pila-prehistorica-del-pantano-de.html
Su lectura en esta ocasión ha dado origen a este articulo y a recuperar la ilusión por los “descubrimientos” de lugares en otro tiempo habitados por nuestros antepasados, que invocaban a sus dioses e incluso realizarían sacrificios para ponerse en contacto con ellos. Lugares en fin mágicos debidos al fuerte magnetismo terrestre que ellos sabían detectar y que nosotros hemos olvidado.
Su lectura en esta ocasión ha dado origen a este articulo y a recuperar la ilusión por los “descubrimientos” de lugares en otro tiempo habitados por nuestros antepasados, que invocaban a sus dioses e incluso realizarían sacrificios para ponerse en contacto con ellos. Lugares en fin mágicos debidos al fuerte magnetismo terrestre que ellos sabían detectar y que nosotros hemos olvidado.
La descripción de Gómez Moreno a la que Francisco González hace referencia es la que sigue:
«Así, dos [castros] que, en medio de la comarca, dominan el SIl por el punto de su confluencia con el Boeza, a vista de Ponferrada, hacia norte y uno tras otro, que, recibiendo nombre de los pueblecillos más inmediatos, les llaman castros de Columbrianos y de San Andrés de Montejos. Son dos cerros separados por angosto valle, con el Sil, a enorme profundidad, lamiendo sus rocosas faldas hacia oriente, y de acceso fácil, aunque fatigoso por la mucha altura, que excede a la ordinaria en este género de fortificaciones. Sus defensas consisten en un parapeto, foso, gran muro, segundo foso y otro muro más elevado y en terraplén., ciñendo todo ello la casi llana meseta de ambos castros; pero de los muros no quedan sino montones alineados de tierra y piedras, al hundirse o ser destruidos para inutilizar su resguardo. [...] Respecto del de Montejos, descubrénse en su falda oriental sepulturas, y entre ellas se sacó una estela votiva, que guarda en su iglesia el párroco de San Andrés.
«En la margen derecha del Sil, sobre la misma presa del pantano de Bárcena, hay un elevado y puntiagudo peñasco atravesado por el túnel vial que corona el muro. A cualquier observador atento a lo extraño, le llamará enseguida la atención su destacada forma piramidal truncada y su estratégica sutuación junto al río, cosas ambas oportunas para suponer en él un altar de invocaciones o una cúspide inmolatoria. Llevado de la curiosidad y acicateado por la búsqueda, subí a ella en dos ocasiones durante la pasada década de los años 1970. Allí, ahuecando la roca de granito, sobre una plataforma casi rectangular de 1,65 x 2,10 metros, hallé restos de una pila, también rectangular, de 0,57 x 1,35 x 0,12 metros. Sus lados mayores están ligeramente inclinados, desaparecidos en su mitad sur, donde el lado menor ha desaparecido también, acaso erosionado por los vientos. El lado norte parece cóncavo, de suave pendiente, como labrado voluntariamente en una conformación de artesa. No hallé restos de canales, ni agujeros, ni inscripciones; pero la identificación con las abundantes pilas coetáneas existentes en Galicia, excluye toda duda de que se trata de una pieza arqueológica de interés».
«Asegura Cuevillas, en una conclusión que comparto, que "puede señalarse de una manera indubitable la relación entre estas pilas y el castro junto al cual suelen aparecer. Por lo que la pila de Bárcena ha de vincular su existencia a los catros de Columbrianos y de San Andrés de Montejos, de vecindad próxima.
«Por lo tanto y en conclusión, es casi seguro que estamos ante un monumento céltico de dependencia castreña, ante el receptáculo de una gigantesca ara natural, que los indígenas lapiteas utilizarían para la invocación, el ofrecimiento, el voto, el sacrificio o el augurio».
No hay comentarios:
Publicar un comentario