Durante la excursión que realizamos a Paredes de Nava tuvimos ocasión de visitar el antiguo hospital de peregrinos de San Marcos, obra civil del S.XV magníficamente restaurada para servir de residencia de ancianos, regentada por las Hijas de la Caridad. Al fin y al cabo, por la vida, peregrinos somos...
La verdad es que era un entorno precioso. Contemplábamos el excelente patio porticado cuando llamó mi atención un movimiento casi imperceptible detrás de la cortina de una ventana, y entonces la vi observándonos desde detrás de las cortinas. Instintivamente disparé mi cámara de fotos, es un acto reflejo que practico a menudo: desde el autobús, durante las comidas, a los monumentos.
Pido perdón a la anciana, ayer vinimos a turbar su paz, penetrando en tromba como si de un grupo de turistas japoneses se tratara, fotografiándolo todo, buscando aprehender el instante.
Al ver su expresión tranquila, recordé los versos del paredeño Jorge Manrique:
Decidme: la hermosura
la gentil frescura y la tez
de la cara
la color e la blancura
cuando viene la vejez
¿Cuál se para?
Mujer: No me atrevía a robarte tu tiempo, posiblemente ya escaso, te pido perdón y por eso te escribo estas letras. Hoy en la tranquilidad de mi casa he repasado los viejos libros del bachiller y ahora pienso que a lo mejor no sabes que me hiciste soñar.
Me recordaste a Azorín y a su hombre junto a una ciudad y un balcón con la cabeza meditadora y triste viendo pasar el tiempo. "No le podrán quitar el dolorido sentir".
Me hubiera gustado decirte, seguro que no te lo imaginas, que me serviste de musa, para rememorar mil poesías. Quisiera que supieras que pasaron por mi cabeza los versos de Ronsard, de Manrique, de Garcilaso y también de Azorín. Pero no me atreví a hablarte. Te pido perdón por mi timidez. ¡Seguro que hubiéramos pasado un buen rato juntos disfrutando de tus experiencias!
Espero, de alguna manera, hacerte llegar estas notas garrapateadas que escribo en esta mañana de domingo, para decirte que me has hecho muy feliz en este mundo apresurado y que deseo lo mejor para ti y para las Hermanitas que con tanto esmero te cuidan.
La verdad es que era un entorno precioso. Contemplábamos el excelente patio porticado cuando llamó mi atención un movimiento casi imperceptible detrás de la cortina de una ventana, y entonces la vi observándonos desde detrás de las cortinas. Instintivamente disparé mi cámara de fotos, es un acto reflejo que practico a menudo: desde el autobús, durante las comidas, a los monumentos.
Pido perdón a la anciana, ayer vinimos a turbar su paz, penetrando en tromba como si de un grupo de turistas japoneses se tratara, fotografiándolo todo, buscando aprehender el instante.
Al ver su expresión tranquila, recordé los versos del paredeño Jorge Manrique:
Decidme: la hermosura
la gentil frescura y la tez
de la cara
la color e la blancura
cuando viene la vejez
¿Cuál se para?
Mujer: No me atrevía a robarte tu tiempo, posiblemente ya escaso, te pido perdón y por eso te escribo estas letras. Hoy en la tranquilidad de mi casa he repasado los viejos libros del bachiller y ahora pienso que a lo mejor no sabes que me hiciste soñar.
Me recordaste a Azorín y a su hombre junto a una ciudad y un balcón con la cabeza meditadora y triste viendo pasar el tiempo. "No le podrán quitar el dolorido sentir".
Me hubiera gustado decirte, seguro que no te lo imaginas, que me serviste de musa, para rememorar mil poesías. Quisiera que supieras que pasaron por mi cabeza los versos de Ronsard, de Manrique, de Garcilaso y también de Azorín. Pero no me atreví a hablarte. Te pido perdón por mi timidez. ¡Seguro que hubiéramos pasado un buen rato juntos disfrutando de tus experiencias!
Espero, de alguna manera, hacerte llegar estas notas garrapateadas que escribo en esta mañana de domingo, para decirte que me has hecho muy feliz en este mundo apresurado y que deseo lo mejor para ti y para las Hermanitas que con tanto esmero te cuidan.
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