Salimos de Geras siguiendo el arroyo Palanco. A nuestra derecha quedaba la Sierra Peña la Cueva. Seguimos hasta un valle, junto a la Carba de los Pozos. Giramos en el Cerellón, de 1551 m. de altitud, para enfilar por El Cobio y Los Corrales y caminar junto al hayedo. A la derecha quedaba El Castillo y el arroyo de la Boyariza, que nos llevaría hasta la carretera, pasando por unas bonitas cascadas.
En este viaje a Geras buscábamos el hayedo. La primera parte de la ruta caminamos al lado del arroyo entre las altas peñas de caliza. A la derecha las peñas acababan en crestas y se veían cuevas y oquedades.
Nuestra senda tenía toda la pinta de ser una calzada romana, que parecía que iba a llegar a aquellas amenazantes alturas, donde debía esconderse en las cuevas, la razón de su persecución.
Al cabo de un buen rato la angostura de las rocas dio paso a la amplitud de una alta pradería, donde pacían las vacas. Aún tuvimos que subir a la collada desde donde se veía un hermoso paisaje de inmensas montañas, con el Cueto S. Mateo al fondo.
Para hacer el regreso a Geras iniciamos el descenso entre prados y hayedos.
Había tal cantidad de colores, los rojos de las hayas, marrones de los robles, amarillos de los abedules y chopos.
Los verdes estaban representados en la pradera y en algunos espinos o salgueros, pero los tonos más bellos estaban en los musgos, que se posaban sobre las piedras mojadas del arroyo, brillando esponjosos y contrastando con el rojizo de la alfombra de hojas o la trasparencia luminosa del arroyo.
Muy contentos admiramos el verde brillante de los acebos, que crecían en corro, facilitando el escondite a los animales salvajes.
También predominaban los grises, que en forma de líquenes cubrían gran parte de las enramadas y subían sin mesura sobre las hayas, vistiéndolas profusamente.
El bosque de hayas es algo muy especial. Este árbol sabio consigue mejorar el ecosistema en el que crece. La suave pluviosidad de amaneceres y atardeceres siempre está asegurada en las proximidades de un hayedo.
La abuela haya busca la humedad en el suelo con sus largas raíces y en el cielo atrayendo las nubes, que siempre permanecen próximas a ella.
La sabiduría de sus raíces organiza el terreno facilitando vías subterráneas a pequeños arroyos. Sus ramas nacen espaciosas gracias a una encima que controla la habitabilidad del interior de cada haya y las hojas facilitan la llegada de la luz tamizada dentro de sus copas, donde fácilmente se ubican multitud de animales, creando ecosistemas muy importantes, por ejemplo para los animales hastados.
Llamó nuestra curiosidad la cantidad de muérdago, que crecía en ramas de oxiacantas y robles.
El árbol del Mostajo, con sus frutas rojas y los hermosos brunos morados que se destacaban entre los espinos, nos regalaron sus sencillas frutas. Comer frutos silvestres es una de las oportunidades más interesantes que puede uno esperar en estos días de primacía del Supermercado.
Otro lujo de la naturaleza fue contemplar los hermosos caballos y vacas, que pastaban por doquier y las diminutas setas.
De todo guardamos algún recuerdo fotográfico.
En este viaje a Geras buscábamos el hayedo. La primera parte de la ruta caminamos al lado del arroyo entre las altas peñas de caliza. A la derecha las peñas acababan en crestas y se veían cuevas y oquedades.
Nuestra senda tenía toda la pinta de ser una calzada romana, que parecía que iba a llegar a aquellas amenazantes alturas, donde debía esconderse en las cuevas, la razón de su persecución.
Al cabo de un buen rato la angostura de las rocas dio paso a la amplitud de una alta pradería, donde pacían las vacas. Aún tuvimos que subir a la collada desde donde se veía un hermoso paisaje de inmensas montañas, con el Cueto S. Mateo al fondo.
Para hacer el regreso a Geras iniciamos el descenso entre prados y hayedos.
Había tal cantidad de colores, los rojos de las hayas, marrones de los robles, amarillos de los abedules y chopos.
Los verdes estaban representados en la pradera y en algunos espinos o salgueros, pero los tonos más bellos estaban en los musgos, que se posaban sobre las piedras mojadas del arroyo, brillando esponjosos y contrastando con el rojizo de la alfombra de hojas o la trasparencia luminosa del arroyo.
Muy contentos admiramos el verde brillante de los acebos, que crecían en corro, facilitando el escondite a los animales salvajes.
También predominaban los grises, que en forma de líquenes cubrían gran parte de las enramadas y subían sin mesura sobre las hayas, vistiéndolas profusamente.
El bosque de hayas es algo muy especial. Este árbol sabio consigue mejorar el ecosistema en el que crece. La suave pluviosidad de amaneceres y atardeceres siempre está asegurada en las proximidades de un hayedo.
La abuela haya busca la humedad en el suelo con sus largas raíces y en el cielo atrayendo las nubes, que siempre permanecen próximas a ella.
La sabiduría de sus raíces organiza el terreno facilitando vías subterráneas a pequeños arroyos. Sus ramas nacen espaciosas gracias a una encima que controla la habitabilidad del interior de cada haya y las hojas facilitan la llegada de la luz tamizada dentro de sus copas, donde fácilmente se ubican multitud de animales, creando ecosistemas muy importantes, por ejemplo para los animales hastados.
Llamó nuestra curiosidad la cantidad de muérdago, que crecía en ramas de oxiacantas y robles.
El árbol del Mostajo, con sus frutas rojas y los hermosos brunos morados que se destacaban entre los espinos, nos regalaron sus sencillas frutas. Comer frutos silvestres es una de las oportunidades más interesantes que puede uno esperar en estos días de primacía del Supermercado.
Otro lujo de la naturaleza fue contemplar los hermosos caballos y vacas, que pastaban por doquier y las diminutas setas.
De todo guardamos algún recuerdo fotográfico.
3 comentarios:
¿Que duración tiene esta ruta? ¿Es fácil de seguir?MUchas gracias!!
La ruta es fácil de seguir, aunque no está señalizada. Sólo el primer cartel, que está en la carretera a la salida de Geras hacia el Puerto de Aralla. Nosotros habíamos mirado el google maps , Rafa también miró el Sigpac... y llevábamos una idea de los accidentes geográficos que describimos en el hilo.
Con respecto al tiempo que empleamos, nosotros vamos con calma... tomamos un bocadillo, hacemos fotos. Dedicamos más tiempo que el que sería preciso, creo que empleamos desde las 12 a las 17. Pero otros dedicarían un tiempo diferente.
Anímate, Rebeca y luego nos darás la razón de que merece la pena.
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