Acompañado por Eulogio, que me iba contando topónimos y anécdotas de la ruta, comenzamos la excursión anual a Cabrera.
Hicimos una paradita en Castrocontrigo, lugar que, como ya dijimos, fue primero castro romano y posteriormente Castro de Gunderico, de donde procede su nombre.
Después de saludar a los amigos, que utilizaban transporte particular, con los que nos une nuestro interés por las cultura de la comarca, nos dirigimos a Baillo.
Baillo se encuentra en el estrechamiento de un valle junto al río Eria (Baillo: del latín vadum, pequeño vado , paso del río). Paseando por el pueblo vimos que en su parte alta se encontraban los pajares, ya sin techo, debido al transcurso del tiempo y al abandono, por el despoblamiento. En la parte baja del pueblo, junto al río, las casas de labranza, algunas con sus pequeños huertos cultivados aún, con cariño, por algún jubilado.
Ávidos de llevarnos los recuerdos de esos lugares entrañables, los fotografiamos como turistas japoneses.
Severino y Pilar nos mostraron la iglesia del pueblo, con su sagrario recientemente restaurado. Lo hizo, en 1595, el escultor Juan López de Losada. Tiene el Resucitado en el centro, flanqueado por los apóstoles Pedro y Pablo. Policromado y con decoración de grutescos ¿por Pedro de Balboa? Al abrirlo, pudimos contemplar en su interior las imágenes de la Vírgen y un Cristo crucificado.
Preside el templo una imagen de San Martín, con vestiduras pontificales, siguiendo el modelo de Santo Toribio, de Gaspar Becerra en la Catedral de Astorga, que creó una influencia beneficiosa en los artistas de su tiempo en la diócesis.
Nos dijeron también que esta iglesia se hizo en 1780, siendo maestro de la misma Manuel Gil. Suponemos que la construyó sobre otra anterior.
Como curiosidad, diremos que en uno de los muros de cierre del pórtico hay una laja de pizarra en la que se distingue un “Alquerque de tres” sin que pudiésemos confirmar su procedencia medieval o romana, o si se trata simplemente de un “tres en raya” de cuando éramos chicos.
Como también pensabamos ver el Museo de Cabrera, en Encinedo, seguimos ruta con dirección a Corporales, haciendo otra parada en le Puerto del Palo.
Desde estos impresionantes paisajes, junto a la Peña Aguda, de 1265 metros, Manuel Garrido, nos mostró los restos de los canales romanos, que se podían apreciar a lo largo de las montañas, con toda nitidez. Nos explicó que, aunque se les llamen carriles, no tienen nada que ver con un lugar por el que transitan los carros, su origen latino es “carrulli”, quiere decir “canal”, nombre que se perpetúa, gracias a haber sido adaptado al entendimiento por las gentes de un nuevo significado.
A lo lejos divisábamos en el valle el pueblo de Manrrubio. Dice un refrán, al referirse al aislamiento de estos pueblos, que Noceda, Sacedo y Manrrubio son tres lugares por los que Cristo no anduvo. Esto es una visión deformada de nuestros días, porque hubo tiempos en que esta zona fue próspera.
En la impresionante bajada al valle de Losada, por donde discurre el rio Cabrera, pasamos junto al santuario de la Virgen de Biforcos, afeado por la proximidad de unas minas de pizarra.
Junto al pueblo de Nogar contemplamos un bonito puente, de estructura antigua, quizá romana o medieval.
Yo me imaginaba las últimas escenas de la novela del bañezano Mendez Luengo “El último templario”, desde su fortaleza de Valdavido, con las torres de asalto y los carros chillones pertrechados con toda clase de armas medievales, bajando por esos serpenteantes caminos, para asaltar el castillo de su enemigo.
A lo lejos, en el otro margen del río destacaban varios palomares restaurados, en gran parte gracias al interés y abnegación mostrados por la Asociación de Amigos de la Cabrera.
Comimos como el año anterior un pote cabreirés en Quintanilla de Losada y disfrutamos de la charla en la sobremesa con nuestro compañeros.
En mi caso, con los que me tocó en suerte, evocamos leyendas y tradiciones de la Bañeza y Camposagrado. Fuimos desgranando historias desde el Ben-Abrin, que se narra en "Los Capiteles" de Conrado Blanco, hasta la última Fiesta de la Alubiada de La Bañeza, pasando por la “Poesía para vencejos” de Palacios de la Valdurerna, pues también se encontraba entre nosotros Felipe Pérez Pollán, con quien tuve ocasión de fotografiarme y recordar viejos tiempos.
Me hubiera gustado pasear por Quintanilla. En su día fue la capital de la Gobernación y estuvo compuesta por dos barrios: Quintanilla y Ambasaguas.
De la importancia de esta población nos hablan sus tres iglesias, con las que aún cuenta en la actualidad. Una de ellas la ermita de Nuestra Señora de Biforcos, de 1601 según la inscripción que reza en un contrafuerte, aunque posiblemente como otras muchas de la zona sea cuando se refundó. Es una pena que siempre se encuentren cerradas, pues tiene un bonito artesonado en la bóveda y once tablas pintadas en el retablo, con escenas de la virgen y un estilo muy natural.
Por la tarde, visitamos el Museo de Encinedo y nos hicimos junto a él una foto de grupo con el Teleno al fondo. Hecha en recuerdo de Dª Concha Casado, que este año no nos pudo acompañar. Ella, junto con otros colaboradores de su equipo, es el alma de todo lo que se está haciendo por que la cultura de Cabrera, desde hace tiempo.
Si el nombre de Quintanilla de Losada nos habla de quinta romana o caserío y el de Losada, del prerromano lausa:pizarra, indica un lugar donde hay mucha pizarra, y seguramente se efectuaba aquí su extracción, Villar del Monte nos indica la ubicación del poblado, al ser un conjunto de casas de campo, dispersas por una elevación del terreno. Yo venía pensando que ya estaba bastante poblado en tiempos antiguos, que tenían una gran inteligencia para cubrir bien sus necesidades. El sentido común nos advierte, al contrario de lo que se cree, que no todos los lugares van progresando en civilización, aquí hubo tiempos muy gloriosos, de los que se ha ido decayendo y recuperando con esfuerzo.
Nuestra última visita era al Museo de Encaje de bolillos en Villar del Monte.
Nos lo enseñó una guía de lujo: Nati, que también ha organizado el de Castilla y León en Tordesillas y ha impulsado una cátedra en la Universidad de Salamanca. La labor de divulgación de la cultura popular que hacen las personas antes citadas es enorme y poco a poco van consiguiendo que otras personas como el Dr. Bryan, y otros ciudadanos extranjeros, holandeses y belgas, se interesen y realicen la restauración y conservación del patrimonio cabreirés.
Hicimos una paradita en Castrocontrigo, lugar que, como ya dijimos, fue primero castro romano y posteriormente Castro de Gunderico, de donde procede su nombre.
Después de saludar a los amigos, que utilizaban transporte particular, con los que nos une nuestro interés por las cultura de la comarca, nos dirigimos a Baillo.
Baillo se encuentra en el estrechamiento de un valle junto al río Eria (Baillo: del latín vadum, pequeño vado , paso del río). Paseando por el pueblo vimos que en su parte alta se encontraban los pajares, ya sin techo, debido al transcurso del tiempo y al abandono, por el despoblamiento. En la parte baja del pueblo, junto al río, las casas de labranza, algunas con sus pequeños huertos cultivados aún, con cariño, por algún jubilado.
Ávidos de llevarnos los recuerdos de esos lugares entrañables, los fotografiamos como turistas japoneses.
Severino y Pilar nos mostraron la iglesia del pueblo, con su sagrario recientemente restaurado. Lo hizo, en 1595, el escultor Juan López de Losada. Tiene el Resucitado en el centro, flanqueado por los apóstoles Pedro y Pablo. Policromado y con decoración de grutescos ¿por Pedro de Balboa? Al abrirlo, pudimos contemplar en su interior las imágenes de la Vírgen y un Cristo crucificado.
Preside el templo una imagen de San Martín, con vestiduras pontificales, siguiendo el modelo de Santo Toribio, de Gaspar Becerra en la Catedral de Astorga, que creó una influencia beneficiosa en los artistas de su tiempo en la diócesis.
Nos dijeron también que esta iglesia se hizo en 1780, siendo maestro de la misma Manuel Gil. Suponemos que la construyó sobre otra anterior.
Como curiosidad, diremos que en uno de los muros de cierre del pórtico hay una laja de pizarra en la que se distingue un “Alquerque de tres” sin que pudiésemos confirmar su procedencia medieval o romana, o si se trata simplemente de un “tres en raya” de cuando éramos chicos.
Como también pensabamos ver el Museo de Cabrera, en Encinedo, seguimos ruta con dirección a Corporales, haciendo otra parada en le Puerto del Palo.
Desde estos impresionantes paisajes, junto a la Peña Aguda, de 1265 metros, Manuel Garrido, nos mostró los restos de los canales romanos, que se podían apreciar a lo largo de las montañas, con toda nitidez. Nos explicó que, aunque se les llamen carriles, no tienen nada que ver con un lugar por el que transitan los carros, su origen latino es “carrulli”, quiere decir “canal”, nombre que se perpetúa, gracias a haber sido adaptado al entendimiento por las gentes de un nuevo significado.
A lo lejos divisábamos en el valle el pueblo de Manrrubio. Dice un refrán, al referirse al aislamiento de estos pueblos, que Noceda, Sacedo y Manrrubio son tres lugares por los que Cristo no anduvo. Esto es una visión deformada de nuestros días, porque hubo tiempos en que esta zona fue próspera.
En la impresionante bajada al valle de Losada, por donde discurre el rio Cabrera, pasamos junto al santuario de la Virgen de Biforcos, afeado por la proximidad de unas minas de pizarra.
Junto al pueblo de Nogar contemplamos un bonito puente, de estructura antigua, quizá romana o medieval.
Yo me imaginaba las últimas escenas de la novela del bañezano Mendez Luengo “El último templario”, desde su fortaleza de Valdavido, con las torres de asalto y los carros chillones pertrechados con toda clase de armas medievales, bajando por esos serpenteantes caminos, para asaltar el castillo de su enemigo.
A lo lejos, en el otro margen del río destacaban varios palomares restaurados, en gran parte gracias al interés y abnegación mostrados por la Asociación de Amigos de la Cabrera.
Comimos como el año anterior un pote cabreirés en Quintanilla de Losada y disfrutamos de la charla en la sobremesa con nuestro compañeros.
En mi caso, con los que me tocó en suerte, evocamos leyendas y tradiciones de la Bañeza y Camposagrado. Fuimos desgranando historias desde el Ben-Abrin, que se narra en "Los Capiteles" de Conrado Blanco, hasta la última Fiesta de la Alubiada de La Bañeza, pasando por la “Poesía para vencejos” de Palacios de la Valdurerna, pues también se encontraba entre nosotros Felipe Pérez Pollán, con quien tuve ocasión de fotografiarme y recordar viejos tiempos.
Me hubiera gustado pasear por Quintanilla. En su día fue la capital de la Gobernación y estuvo compuesta por dos barrios: Quintanilla y Ambasaguas.
De la importancia de esta población nos hablan sus tres iglesias, con las que aún cuenta en la actualidad. Una de ellas la ermita de Nuestra Señora de Biforcos, de 1601 según la inscripción que reza en un contrafuerte, aunque posiblemente como otras muchas de la zona sea cuando se refundó. Es una pena que siempre se encuentren cerradas, pues tiene un bonito artesonado en la bóveda y once tablas pintadas en el retablo, con escenas de la virgen y un estilo muy natural.
Por la tarde, visitamos el Museo de Encinedo y nos hicimos junto a él una foto de grupo con el Teleno al fondo. Hecha en recuerdo de Dª Concha Casado, que este año no nos pudo acompañar. Ella, junto con otros colaboradores de su equipo, es el alma de todo lo que se está haciendo por que la cultura de Cabrera, desde hace tiempo.
Si el nombre de Quintanilla de Losada nos habla de quinta romana o caserío y el de Losada, del prerromano lausa:pizarra, indica un lugar donde hay mucha pizarra, y seguramente se efectuaba aquí su extracción, Villar del Monte nos indica la ubicación del poblado, al ser un conjunto de casas de campo, dispersas por una elevación del terreno. Yo venía pensando que ya estaba bastante poblado en tiempos antiguos, que tenían una gran inteligencia para cubrir bien sus necesidades. El sentido común nos advierte, al contrario de lo que se cree, que no todos los lugares van progresando en civilización, aquí hubo tiempos muy gloriosos, de los que se ha ido decayendo y recuperando con esfuerzo.
Nuestra última visita era al Museo de Encaje de bolillos en Villar del Monte.
Nos lo enseñó una guía de lujo: Nati, que también ha organizado el de Castilla y León en Tordesillas y ha impulsado una cátedra en la Universidad de Salamanca. La labor de divulgación de la cultura popular que hacen las personas antes citadas es enorme y poco a poco van consiguiendo que otras personas como el Dr. Bryan, y otros ciudadanos extranjeros, holandeses y belgas, se interesen y realicen la restauración y conservación del patrimonio cabreirés.
3 comentarios:
Iruela es el Pueblo donde nació, José Rodríguez de Losada Conejero, que fue quien regaló el Reloj de la Puerta del Sol al ayuntamiento de Madrid.
Fue el mejor relojero del mundo del siglo XIX, también terminó el Big Ben.
Volvió con 63 años y regaló a su pueblo:
Un altar para su Iglesia, Una Imagen de Jesucristo crucificado, ropas para celebrar y un reloj para la torre, que 150 años después aún no ha llegado a Iruela.
Todo se puede ver en su Iglesia, menos el reloj.
Y se cuenta este viaje en un PDF que se llama: Viaje de Losada a Iruela y Astorga, Google.
No se ponerlo de otra forma y menos fotos que si que tengo.
Saludos
Arturo
Arturo,te agradecemos esta información. Genial la aportación de los lectores a través de los comentarios. Animarse a participar!
También puedes leer sobre el relojero Losada lo que escribimos en esta entrada:
http://rsas0010.blogspot.com.es/2009/10/excursion-por-la-cabrera.html
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