29 septiembre 2006

Sayago

Iniciamos esta excursión con la ilusión de visitar la tierra de mi padre: Sayago. Siempre es agradable visitar lugares de los que conservamos un buen recuerdo de momentos anteriores, ver lo que ha cambiado y preguntar por viejos conocidos.

Comenzamos la excursión en la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave que es una de las pocas que quedan en el mundo por sus características arquitectónicas. La guía nos contó la leyenda de San Julián que entre otras cosas tenía en su currículo el haberse "cargado" a sus padres. ¡No quiero ni pensar la penitencia que tuvo que hacer el buen hombre para conseguir la santidad!

Partimos luego en dirección a Pereña de la Ribera en la provincia de Salamanca, para visitar las bodegas de Ribera de Pelaza, donde el enólogo nos recibió para explicarnos las características de los vinos que elaboran. A mi me gustó sobre todo que intenten recuperar las viejas cepas de la zona en vez de limitarse a comprar otras nuevas que les permitirían una mayor producción. Nos invitaron a "catar" sus caldos y, claro, subieron mucho el listón en nuestros paladares para degustar el resto de los vinos de los Arribes que nos esperaban durante el fin de semana.

Ya de vuelta, visitamos Fermoselle (Fermosa ella) que haciendo honor a su nombre es una de las localidades más hermosas de la comarca. Nos hicimos fotos en el pórtico de la Iglesia Parroquial del siglo XII. Ya en el interior tuvimos ocasión de admirar magnificos retablos barrocos y un Cristo de la Agonía del que se cuenta la leyenda que al serle robado el sudario que lo cubría se lanzó la maldición de que quien lo hubiese sustraído no volvería a pisar la ciudad y ¿sabéis que pasó? pues que las cigüeñas no volvieron a pasar por la localidad. Ya sabéis quien cargó con las culpas.

Fermoselle es una ciudad con mucha historia a sus espaldas, fue habitada por fenicios, celtas y romanos. En 1205 la entregó al obispo Martín I, el rey leonés Alfonso IX. En el castillo residió su triste esposa Dª. Urraca. También tuvo su importancia en la guerra de los comuneros y fue el último baluarte del obispo Acuña.

Los que pernoctaron en la ciudad tuvieron la oportunidad de visitar las características bodegas , bajo las casas y callejear por el conjunto urbano declarado monumento artístico.
El resto estuvimos en Muga, en un parador recientemente inagurado, que está preparado con todo lujo y magníficamente decorado.

Nosotros aprovechamos para visitar a mis primos en Argañín de Sayago. Estábamos tan a gusto que perdonamos la cena del hotel por una cena improvisada que nos organizaron. Estuvimos todos juntos disfrutando y bromeando con la garrafa del aceite, que debía de tener aguardiente, porque sólo pasaba a las manos de los hombres entre risas.

Al día siguiente realizamos una excursión en barco por los Arribes del Duero , cuyo capitán es nuestro primo. No es por alabar a la familia, pero hace una explicación técnica, completa y chistosa, con la que españoles y portugueses pueden disfrutar en sus respectivos idiomas. Hay un impresionante paraje, que hace de frontera natural con nuestros vecinos portugueses y en él se realiza el recorrido con el catamarán.

Ya habíamos tenido ocasión de contemplar los impresionantes acantilados la tarde anterior, desde el mirador situado junto a la Ermita de Nuestra Señora del Castillo, en Fariza.

Yo conocía el lugar, antes de estar en él, pues mi padre tenía una postal de la procesión de "viriatos". Es lugar de peregrinación de toda la comarca, que en el primer domingo de junio se dirigen en romería con sus altos pendones blancos (ellos los llaman viriatos), para honrar a su patrona, una preciosa talla románica policromada del Siglo XIII.

En la ruta por el río, disfrutamos con las explicaciones de Antonio, el capitán del barco que nos atendió en todo momento, fijando nuestra atención ahora en un nido, después en un águila o unos cormoranes, en curiosidades de la fauna o de la flora e incluso con anécdotas. Nos relató la dura época en la que los contrabandistas de los años 50 pasaban el estraperlo por estos lugares con grave riesgo para sus vidas, desde el apreciado café hasta la voluminosa máquina de coser Singer. Haciendo gala de un humor excelente, estuvo siempre pendiente de nosotros.
Como detalle excepcional nos permitió visitar, a mitad del recorrido, un parque temático situado en pleno acantilado, con una muestra etnográfica de la zona: las antiguas colmenas, chiviteras, una choza circular, un cigüeñal y todo lo necesario para que nos hiciéramos una idea de la dureza de la vida del hombre de la comarca. Terminamos la visita con la exhibición de un búho real y la degustación de un vino de Oporto.

Nos dirigimos luego a la vecina ciudad Miranda de Douro (no olvidemos que el embarcadero se encuentra en territorio portugués). Recorrimos las calles de la ciudad vieja en una visita guiada. Admiramos la catedral y el museo etnográfico. Allí vimos detalles de la vida rural semejantes a los nuestros, por supuesto, ya que sólo nos separa y nos une el río Duero. En la Antiguedad, esta ciudad perteneció al Conventum de Astorga y el idioma mirandés es un dialecto astur-leonés, que ahora se estudia y se potencia.

Viendo en el museo, las fotos del baile de “paliteiros” así como las ropas y gabán de paño verde ,vino a nuestra mente lo que explica Cervantes en el Quijote, sobre el caballero del Verde Gabán y los bailes de las bodas de Camacho (II, cap XX,).

Hay quien dice, Leandro Rodríguez y sus seguidores, que estudiando las distancias a la localidad de Cervantes de Sanabria y los topónimos que anteceden o suceden, la aventura de las bodas corresponde desarrollarse en Sayago.

Es muy chocante leer a Cervantes, decir por boca de D. Quijote: “...no hay para qué obligar al sayagués a que hable como el toledano.” (II, cap XIX) haciendo referencia a esta reminiscencia del leonés-mirandés y respetando y defendiendo su continuidad.
Cervantes parece conocer muy bien esta tierra, pues la cita repetidamente y la elige para ubicar en ella a Dulcinea: “halléla encantada y convertida de princesa en labradora... de bien hablada en rústica y finalmente de Dulcinea del Toboso, en villana de Sayago” (II, cap XXXII).
Puede parecer que está burlándose con estas apreciaciones. No hay para qué ofenderse, si se tratara de las típicas picadillas de vecindad, algo que podría entenderse de pertenecer el autor a la vecina tierra sanabresa.

Cuando el autobús pasaba junto a los restos del Polvorín acertamos a ver desde lejos el cartel del Quijote en Miranda, en el que se cita la visita del héroe a la ciudad, con el caballero del Verde Gabán, D. Diego de Miranda (II, cap XVII).

Y luego comimos en un restaurante típico de la ciudad. Nos gustó tanto la comida, que no pudimos por menos que felicitar al chef, como se hace en las películas. Le cantamos el cumpleaños feliz al compañero Camacho ¡qué cumplas muchos más, amigo!

En conclusión: fue un fin de semana redondo.



15 septiembre 2006

Segovia: Las Edades del Hombre

En el año 2003 se realizó en Segovia la muestra de las Edades del Hombre, que nos dio la oportunidad de profundizar en el conocimiento de esta bella ciudad.
Para recordar esta bonita excursión colocamos el relato que en esas fechas hicimos para la revista de Uceca.
Desde que Diego de Colmenares escribió en 1637, en su Historia de la insigne ciudad de Segovia la expresión de que esta ciudad es como una nave que se levanta en un mar de cereal, la hermosura de esta metáfora la ha definido por entero. La proa es su
Alcázar, emplazado en el agudo corte calcáreo de la confluencia de sus dos ríos: El Eresma y el Clamores. La catedral destaca como un mástil y el Acueducto semeja con sus arcadas las ventanas de una alta popa.
Nosotros entramos en la ciudad por la puerta de muralla de S. Andrés. Una placa recuerda que Quevedo la inmortalizó en su obra El Buscón D. Pablos.
Íbamos mirando el precipicio y los pinares del Pinarillo, por los que solía pasear S. Juan de la Cruz. Junto con Sta Teresa fundaron conventos en esta ciudad y en ella escribieron parte de sus poesías místicas. S. Juan murió en Úbeda y sus restos se trajeron a la ciudad en una comitiva a la que alude Cervantes en el Quijote. También este autor tiene su recuerdo en la ciudad, ya que por la plaza del Azoguejo pasan sus correrías Rinconete y Cortadillo.
Vemos en las casas algo muy típico de la ciudad: el esgrafiado que decora gran parte de los edificios. Esta artesanía consiste en raspar sobre los reboques de las fachadas dibujos artísticos, a veces grecas bordeando los vanos, a veces adornos que cubren casi todo el frente. Hoy en día sigue viva la tradición, aunque se emplean máquinas para realizarlo.
Llegamos al Alcázar. El edificio es magnífico, dicen que sirvió de inspiración a Walt Disney para el suyo. Varios reyes lo ocuparon y lo mejoraron. Desde él, Alfonso X hizo preguntas a las estrellas, sirvió de luna de miel a Felipe II, de asentamiento de la corte fabulosa de Juan II y el que se sintió en él como ciudadano segoviano, fue Enrique IV, que lo dotó de hermosas salas y lo revistió con un cariño especial. Luego su sucesora, Isabel la Católica, se tuvo que emplear a fondo para convertirse en la reina de la ciudad. Mujer extraordinaria, supo inclinar las voluntades a su voluntad y tuvo el apoyo de la segoviana Beatriz Bobadilla (Palacio de Moya). Después de jurar que respetaría los fueros segovianos fue coronada en la plaza de S. Martín.
Este rinconcito posee varios encantos, los arcos del claustro externo de la iglesia románica, el palacio de Enrique IV, el Torreón de Lozoya, mecenas que ayudó a redescubrir la ciudad con los literatos de principio de siglo XX, la torre de los D´Avila: guerreros, obispos, mecenas, que trajeron la imprenta en 1472, la estatua del comunero sacrificado, Juan Bravo, la plaza de las sirenas..., que son esfinges...
Lo que nos llamó poderosamente la atención fue contemplar la sinagoga convertida en clausura de clarisas, un edificio empinado en el cubo de la muralla, cuyo interior vela a ojos curiosos las bellezas de la antigua construcción. La guía nos enseñó la raja del muro, por donde escapó milagrosamente la Sagrada Forma, antes de recorrer la Catorcena de iglesias que ahora tienen el privilegio de celebrar las fiestas del Corpus. Muchas leyendas tiene la ciudad, algunas, como la dicha, emigran de una ciudad a otra, tratando de enseñar a los conversos el poderío cristiano. En las Peñas Grajeras, que lindan con el monasterio de la Fuencisla, patrona de la ciudad, se cuenta la de la judía Esther cristianizada como María del Salto, al salvarse tras ser arrojada desde ellas.
Pero la que no dejaremos de contaros es la de la construcción del Acueducto: Había una vez una muchacha aguadora, cansada de su trabajo, acepta la oferta del diablo: dar su alma a cambio de una traída de agua, que sería capaz de hacer en una sola noche. Pero milagrosamente salva su alma, el amanecer surge cuando le falta un sólo sillar.
La obra arquitectónica del arte para la utilidad, conducciones de agua desde los neveros de Sierra de Guadarrama. Sublimidad artística, el estilo de la simplicidad, la elegancia, la grandiosidad, piedras sin argamasa, salvando un gran desnivel.
Mucho queda por hablar de la ciudad, de su catedral: “la dama de las catedrales”(parece su ancha girola un hermoso polisón) con sus valiosas capillas y de la muestra que en ella se exhibe: obras de Gregorio Fernández, Juan de Juni y otras piezas de valor, que el guía trasmite con la acertada ayuda de un walky-talky individualizado.
Bajo el Acueducto está el restaurante de Cándido, famoso en la gastronomía mundial. Enrique IV, firmó un privilegio para que su mesonero preparara el cochinillo serrano, que en estas tierras se cría, a la usanza y fuera troceado con un plato, que al estrellar sobre el suelo indicaría los comensales que podían participar en él.
Y a su alrededor crecen los mesones profusamente. Nosotros fuimos atendidos como reyes, degustando el preciado manjar, acompañado de otros productos de honda raigambre segoviana: la morcilla, la salchicha, el chorizo, jamón y ... la leche frita con helado.