23 julio 2009

San Mamés de Orzonaga y Llánaces

Recuerdo que un día, hablamos de Orzonaga, mientras tomabamos café al final de una jornada de senderismo.

Estábamos con los integrantes del grupo “Guheko”.

Les comenté que había leído algo interesante sobre la ermita de San Mamés de Orzonaga y que ellos, veteranos montañeros y andarines, por vericuetos y sendas imposibles, me dijeron que no conocían la ruta, aunque sí había una senda forestal que cruzaba desde Orzonaga a Llomberas a través de un hayedo espectacular.
Nos pareció interesante ir a investigar...

Había leído también sobre el origen del topónimo “Orzonaga”, del que han especulado personalidades de la categoría de Menéndez Pidal, entre otros, sin ponerse de acuerdo, aunque yo os confieso que, después de haber recorrido el terreno, me quedo con la raiz ARTSU (Zarzal), lugar pedregoso de difícil acceso.

M. Glez. Flórez cree que se trata del territorio ocupado por los Orgenomescos. J. M. González y Julia Miranda en su “Carta arqueológica y estudio histórico del valle de Orzonaga” nos dicen que ya aparece documentado desde principios del siglo XI. Me remito a su documentado estudio del lugar que nos ocupa.


La ermita en plena naturaleza, con sus extraños símbolos grabados en piedra seguía atrayendo poderosamente mi atención, así que a la primera ocasión que se nos presentó, armados de mochila y bocata nos presentamos en el pueblo de Orzonaga, cogiendo una desviación hacia la mitad de Matallana de Torío.

Consultamos con las personas que encontramos en una placeta con sombrajo, situada al final del pueblo. Nos atendieron amablemente, nos dieron fotocopias de las coplas y canciones del lugar, pero no conocían ningún camino que condujese a la ermita, así que después de despedirnos nos dirigimos al hayedo por el camino que enlaza con Llombera.

Yo había visto por internet, en el mapa del SIGPAC, que la ermita se encontraba junto al arroyo Portilla, así que iba escuchando el rumor del agua para orientarme, hasta que en un momento determinado dejó de oírse.

Nos desorientó al seguir por el sendero desde el que se contemplaban los picos y montes, que si antes habíamos aprendido sus nombres a través de los mapas, ahora conocíamos también las leyendas de los tesoros que escondían, gracias a las fotocopias de las coplas recibidas en Orzonaga.

Durante todo el recorrido sólo encontramos una finca labrada en estos terrenos, ahora comidos por un bosque feraz, con lo codiciadas que fueron en tiempos.

Y es que parece ser que por aquí hubo un pueblo hoy desaparecido: Lláneces y que antiguamente pleitearon por el aprovechamiento de sus territorios los vecinos de Orzonaga con la Abadía de San Isidoro porque según esta “se los tienen entrados e ocupados”.

Entre 1534 y 1535 se falla a favor de la Abadía, puesto que probó “bien e cumplidamente” su propiedad sobre Lláneces.  Sin embargo, se concede a los de Orzonaga el derecho de pacer con todo su ganado en dicho territorio de Lláneces. Posteriormente perdieron todos los derechos en virtud de otra sentencia, dictada en Valladolid el 27/08/1559, porque, según la misma, el derecho a pacer había sido dado por derecho de arrendamiento.

Pero ¿dónde estuvo ubicado este pueblo?. Pues parece ser que en lugar denominado los Mallaos, junto al pico Águila.

Según la tradición popular en los Mallaos vivieron los “moros” y por debajo de la fuente de “Los matones” el terreno presenta una coloración blanquecina diferente de los alrededores y semejante a la que presentan los hornos de cal, de lo que se deduce que aquí hubo un calero. Los viejos del lugar también oyeron decir que antiguamente aparecieron tumbas y se encontraron también restos de cerámica y escorias fundidas, por lo que en ese lugar debió de haber un asentamiento.

Ya estaba identificado el pueblo. Había constancia de tres ermitas documentadas en el valle, la de S.Roque, a la entrada del valle, se conserva para el culto. Las otras dos, la de San Juan y la de San Mamés se encuentran en ruinas.

Esta última, cuando la localizamos al fin, en una segunda excursión, estaba mucho más deteriorada de lo que figuraba en el artículo antes mencionado.

En opinión de sus autores la actual ruina fue en su tiempo la iglesia de Lláneces y después de la desaparición del pueblo se convirtió en ermita, en el siglo XVI.


Sigamos con nuestra excursión: Descubrimos la escondida ermita, siguiendo el arroyo de la Portilla, con mucha dificultad, pues estaba comido por la vegetación exuberante del lugar.

De repente intuimos unas ruinas entre los árboles, con los techos desplomados, sus muros de fuertes bloque de piedras calizas con rosetas y cruces grabadas en la piedra, abrían paso a fornidos árboles y algunos habían crecido sobre ellas, como por encanto.

Ya no pude ver una estrella de ocho puntas grabada sobre el altar, ni una lápida sobre una gran piedra de la cabecera del templo, que estaban documentadas en el trabajo de J. M. González y Julia Miranda, pues se habían derrumbado.

Además de la cabecera, la bóveda de cañón también se ha desplomado, así quelos modillones, que adornaban y soportaban la techumbre, se encuentran también desperdigados por el suelo.

Impresionado por la soledad de esa ruina venerable, yo me sentía como Indiana Jones en el templo perdido, recordé el libro de Nicholas Wilcox “Los templarios y la mesa de Salomón y sin saber por qué me sentí como el Baal Shem, el maestro del nombre, así que en mal momento se me ocurrió pronunciar el “Sem Shemaforash”, la forma primordial de la materia. No sé si sería a causa de las poderosas vibraciones del nombre secreto de Dios o porque los muros ya no estaban acostumbrados a la presencia humana en el entorno, o porque los genios del bosque me quisieron castigar por mi osadía, pero lo cierto es que se me vino un trozo de piedra encima y sólo me salvó de pegarme un fuerte costalazo, la rama de un frondoso árbol que se encontraba a mi lado.

Dice Juan Eslava Galán, alias Nicholas Wilcox, que el hombre primitivo, más hermanado que nosotros con la tierra, la cual también es considerada como ser inteligente, percibía la vibraciones de la naturaleza. Así a las corrientes magnéticas, que las recorrían como regueros, las llamaba “cuélebres”. En los lugares donde fluía la energía, plantaban un dólmen y así la energía se concentraba en él. Una cueva se convertiría en su imaginación en el útero de la Magna Mater Tierra. Las piedras esféricas, recibían culto, pues representaban el huevo cósmico, “la diosa madre” y la fecundidad fue el conocimiento clave de la época y el origen de la revolución agrícola en el neolítico. Tuvieron que inventar además el concepto tiempo, para comprender la procreación y para las labores en el campo. Como no tenían reloj, observaron el cielo... para vivir, sembrar y recoger. Hace catorce mil años el equinoccio de primavera tenía su punto vernal en la constelación de Virgo y su estrella principal era Spica, la espiga, entonces aparecieron unos nuevos símbolos: la virgen y una espiga.

Volvimos de la excursión comentando cómo esos vestigios de religiones naturales, perduran disfrazados en la actualidad. En nuestras andanzas, habíamos detectado una gran concentración de estos símbolos, en un amplio espacio por los alrededores de Vegacervera. Leyendas de cuélebres en Gete y junto a Villalfeide, historias de cuevas como la de las Golondrinas en las Hoces que esconden un tesoro ¿espiritual?, una virgen esculpida en madera de nogal, la del Orugo y una antigua encomienda templaría, la de San Pedro de Cavatuerta (Pedro=piedra, a la que venerar en una cava=cueva, tuerta=torcida) cerca de Aviados. Nos quedaban pues, muchos sitios llenos de misterios, interesantes para visitar.

Y para que no creáis que somos descreídos, para finalizar os contaremos la historia de San Mamés, un santo muy popular de origen bizantino. Nació en una cárcel, donde se encontraban sus padres, los cuales murieron durante el cautiverio y fue educado por una viuda rica llamada Ammia. San Mamés, quiere decir “al que dan de mamar" ¿el conocimiento?. Por sus ideas religiosas fue torturado, pero un ángel lo libera y lo manda refugiarse en un monte cercano. Capturado de nuevo, en el circo consigue amansar a las fieras y con el abdomen desgarrado por un tridente, escapa de nuevo a una cueva donde muere, siendo invitado a subir al cielo por los ángeles. Sobre la tumba del santo se construyó un santuario, donde acudían muchos peregrinos, debido a los milagros que allí se producían. Después el culto se trasladó a Constantinopla y desde allí la cabeza del santo fue llevada a Langres, cerca de Dijón, en Francia. Los peregrinos a Santiago trajeron su devoción a España y auque el martirologio conmemora a San Mamés el día 17 de agosto en nuestro país tradicionalmente se celebra el 7 del mismo mes. Debemos solicitar su protección para sanar las enfermedades del abdomen y también es protector de los ganados. ¿os acordáis de cuando amansó a las fieras del circo y escapó con los intestinos entre las manos? Pues eso.

14 julio 2009

Praga en julio


Llegamos a la capital de la vieja Bohemia en un avión, que estuvo dudando de si recibirnos en su caliente vientre. Decía la azafata, que debido a las altas temperaturas, el aire acondicionado no aseguraba que todos los pasajeros pudieran tener un vuelo perfecto y quería dejar algunos para el avión siguiente, que debido a los retrasos del embarque, ya estaba en pista y finalmente, salió con los trasladados, justo después de nosotros. Dábamos estas explicaciones a los compañeros que ignoraban el retraso, mientras veíamos los montes nevados por la ventanilla y ya en las proximidades de Praga, los perfiles de la ciudad.
En el hotel D. Giovanni, de la lujosa cadena Dorint, nombrado en recuerdo de la famosa ópera de Mozart estrenada en Praga, nos esperaba un apetitoso buffet. Lo mismo que en días sucesivos, yo degusté los arenques enroscados, el salmón ahumado y otros deliciosos pescados en salazón. Me gustaban las salsas blancas, unas hechas con yogures suaves y otras con un dulce sabor a flores picantes. Me servía salchichas y choricitos fritos y muchas otras cosas que no están para ser enumeradas aquí.
Nuestro dormitorio era cómodo y elegante, sobre las camas se enroscaban las típicas fundas nórdicas individuales, de blanco algodón damasquinado. El balcón daba a la avenida y se veían las paradas de autobuses entre los dobles carriles y la entrada al metro de la famosa línea verde. Sorprendía que la cera de enfrente, que presentaba una verja de hierro y tras de ella un extenso bosque de viejos árboles, fuera en realidad el cementerio judío, donde reposan los restos del conocido escritor Kafka; la protección de los altos plátanos apenas dejaba vislumbrar las piedras de las cabeceras de las tumbas.
Por la mañana nos esperaba el autobús con Antonio, nuestro chofer, Belén, nuestra eficaz guía española, que nos acompañaba en toda la excursión y Helena, nuestra erudita guía checa que, en un español con gran riqueza de vocabulario y cultismos, nos explicó, a veces con sentido del humor y cuando fue preciso, con sentimiento, todo lo que se refería a este país.
Nosotros la seguíamos entre las calles, escuchando por nuestros auriculares la voz captada por un trasmisor que nos colgamos del cuello. Si nos deteníamos perdíamos la señal y buscábamos entre el gentío la flor de plástico azul, que su mano levantaba sobre la multitud. Había un verdadero tropel de turistas por el centro histórico. Los grupos nos apelotonábamos, esperando unos por otros para contemplar en los mejores ángulos los puntos de interés. Siempre con cordialidad, compartíamos aquellas bellezas monumentales entusiasmados.
Habíamos dejado el autobús junto a un puente sobre el Moldava o Ultava, ¡Hay que ver, qué río, con dos nombres! Mirábamos el Metrónomo en lo alto de la colina del parque Petrín y debíamos memorizar también al otro lado del río la calle Paris, con sus alamedas de tilos aromáticos, pues ambos datos nos servirían de referencia para volver al bus. Nos echamos a andar por el Barrio Judío, sólo callejeando, pues a la tarde pagaríamos la entrada y visitaríamos con detenimiento el abandonado Cementerio del guetto, las antiguas sinagogas, entre las cuales la Española nos pareció la más bonita y la Sala Ceremonial.
Antes de las 11 estábamos cogiendo sitio en la Plaza de la Ciudad Vieja, frente al famoso reloj astronómico, para ver cómo se mueven las diferentes figuras: el esqueleto, mueve su cabeza diciendo que no, mientras el turco, la presunción, la avaricia, dicen sí. Desfilan los apóstoles antes del canto del gallo, con el que se paraliza la escena. Después rodeamos la plaza contemplando las típicas casas, los palacios y el conjunto escultórico de Jan Hus. Al día siguiente tuvimos la ocasión de subirnos al Mirador de la torre del Ayuntamiento y ver a vista de pájaro la zona monumental, el verde de los parques y el agua del Moldava serpenteando entre los barrios.
Después de asomarnos a la Plza Wenceslao caminamos por la calle Karlova admirando sus estrecheces y recovecos medievales, algunos edificios esgrafiados, otros adornados con estatuas o con emblemas que les daban nombre. Contemplamos los escaparates de las tiendas de cristal de bohemia, de joyas de granates, tan famosas y bellas. También nos deteníamos ante antiguas casonas que guardaban sus viejas librerías o farmacias o que daban entrada al Teatro Negro de Praga o a otros teatros de Marionetas. Las calesas de caballos pasaban a nuestro lado, ofreciendo sus servicios con cochero enlevitado y también largos coches descapotables, modelos históricos, esperaban en la plaza del pozo de hierro forjado. Multitud de manos nos obsequiaban con folletos que anunciaban conciertos en gran número de iglesias.
Cuando llegamos a la estatua de Carlos IV, rey que ennobleció la ciudad de Praga y fundó su Universidad, nos hicimos esta bella foto de grupo.

Entramos en el peatonal puente de Carlos, donde se dan cita los turistas, músicos, pintores, vendedores...Nosotros nos relajamos un momento observando las estatuas y haciendo nuestras mejores fotos: al río con sus barcas de recreo, a las vistas del Castillo, al parque con su observatorio similar a la parisina torre Eiffel, a las lejanas casas de la ciudad rodeadas de frondas.
Luego seguimos por la margen derecha hasta el Teatro Nacional, por cuya calle nos adentramos en busca de la cervecería U Flecku. Comimos y bebimos su propia y famosa cerveza a los sones de acordeón y trombón de dos viejos soldados, compañeros seguramente del famoso héroe de la literatura checa: el soldado Svej.
El segundo día estuvo lluvioso, ventoso y frío en nuestro recorrido por el Castillo. La historia de Praga se inicia aquí en el siglo IX. El recinto ha ido engrandeciéndose al erigir en su interior palacios, jardines, iglesias, monasterios, calles peculiares como la del Oro y varios edificios cargados de historia.
Llegamos al cambio de guardia y a pesar de la incomodidad del clima disfrutamos de la visita del Palacio, con sus grandes salas góticas y renacentistas y de la catedral de S. Vito. Se construyó en el siglo XIV, bajo la dirección de Matias d´ Arras y Peter Parler, que consiguió maravillosas realizaciones en el alto ábside, en el pórtico de la puerta dorada, etc. Pero a partir del XIX se le añadió un tramo hacia el oeste y las dos puntiagudas torres neogóticas, tan características, tras el campanario de remate barroco, en las panorámicas de la ciudad. De esta forma. pueden disfrutarse de obras de autores de nuestros días, como son las pinturas modernistas de Alfonso Mucha en las vidrieras, o de artistas venecianos medievales, como son los mosaicos dorados de la portada Sur. La riqueza decorativa es sorprendente, tanto como la presencia de importantes monumentos funerarios de los santos nacionales. La capilla de S. Wenceslao está incrustada de joyas y piedras ornamentales en todo el muro, entre frescos góticos y finos dorados. La tumba de S. Juan Nepomuceno, símbolo de la Contrarreforma, de plata maciza, se alza en la girola. La cripta real con los restos de Carlos IV y sus cinco esposas. El mausoleo de Fernando I, su amada esposa e hijo Maximiliano II, hablan en silencio de un pedazo de España insertado en este país, pues este rey, hermano del emperador Carlos V, era nieto de los Reyes Católicos. Esculpido en el escudo se ve el León símbolo de nuestra tierra, como nos mostró la guía. También la bandera checa, roja y amarilla nos resulta tan familiar a los turistas españoles.
Salimos del recinto por el barrio MalaStrana, con sus grandes palacios barrocos, ahora en su mayoría embajadas. Al pasar por la calle Nerudova recordamos cómo este escritor praguense Jan Neruda, aportó su apellido al chileno, para formar el seudónimo de Pablo Neruda. En la calle hay hermosas enseñas en las puertas de las casas, animales y escudos heráldicos que las identificaban cuando aún no existía la numeración de portales. Bajo el arco de las torres llegamos al Puente Carlos y entre las estatuas volvimos al punto donde lo habíamos dejado el día antes. No lejos estaba el Restaurante donde repusimos fuerzas y ropa mojada.
El tercer día visitamos Karlovy Vary. Nuestra guía aprovechó el viaje para contarnos la historia checa. Al acercarnos a la Montaña Blanca habló de las luchas protestantes de 1620. Contó la proeza independentista de 1918 cuando vislumbrábamos la cúpula de S.Cirilo y S. Metodio. Ante los búnkers que se diseminaban en la campiña, relató con tristeza la historia del siglo XX. Entre campos de trigo, cebada, lúpulo, nos habló de la cerveza. 5 barriles al día llegaban a palacio de la 1ª fabrica: Krusovice, que fundó Rodolfo II en 1581. Los sembrados de amapola se utilizan para elaborar con su semilla molida el postre tradicional. También son aficionados a mermeladas de arándanos y diversidad de frutas y a las setas en otoño.
Cuando llegamos al Valle Balneario, con más de 60 fuentes termales, nos sorprendió el lujo y refinamiento de esta ciudad hostelera, dedicada a la salud y al ocio. Las fuentes minerales de 34 a73º de temperatura, surgen en plazas protegidas por templetes o paseos cubiertos de columnatas, entre bellos edificios que albergaron a famosos huéspedes a lo largo de la historia, como el Balneario V a la emperatriz Sissí. Nosotros compramos jarras de porcelana y fuimos catando el agua de diversos chorros según paseábamos entre hermosas casas modernistas imaginando vivir en una película. Y no era tan descabellado porque estábamos en la semana del festival de cine y por allí no faltaban artistas y reporteros.
Como despedida tuvimos la cena de codillo en la famosa cervecería Novoméstský, en rincones bajo tierra, compartidos con los lagares donde fermenta la cerveza. La gozamos con la música en vivo, donde abundaban los temas españoles, que sus músicos saben tararear muy bien.
Al día siguiente salimos para Viena con destino a Budapest, pero eso os lo contaremos en la próxima entrega.
Para saber más sobre Chequia :
http://www.flickr.com/photos/rsas0010/
http://www.guide-prague.cz/?Lang=5
http://www.guiadelmundo.com/fotos/paises/czech_republic/index.html

08 julio 2009

Budapest en julio

Mientras viajábamos por Hungría, con destino a Budapest, nos sorprendían las vastas llanuras, con suaves colinas de un verde esmeralda, salpicadas de cultivos, arboledas, granjas y pueblecitos coloreados de flores. La naturaleza nos iba cautivando con su fuerza. Podíamos comprender a aquellos conquistadores en sus rudos caballos, recuperando en estas amplias tierras, el recuerdo de la estepa de la que procedían. Ahora experimentábamos cómo la Naturaleza, la Historia, el Arte,...ejercían sobre nosotros como un imán con su potente atractivo y belleza.

De buena mañana conocimos a nuestra guía Klara, que nos puso al corriente de la cultura húngara reflejada en su capital Budapest, destruida y reconstruida cinco veces y que renace hoy en día, hacia los nuevos aires de la historia, con gran empuje.
Desde el micrófono del autobús, con profesionalidad y humor, nos instruía nuestra guía. Estaba especialmente dotada para las lenguas urálidas e interesada en que al menos entonáramos, si no aprendiéramos, algunas palabras procedentes de las 4 tribus húngaras. Nos pedía que remarcáramos la longitud y abertura de las vocales, pues si no, dos palabras podrían confundirse(por ejemplo “loco” con “contento”). Klara repetía el nombre de Arpad, con una sonoridad y belleza..., tratando de que nosotros nos esforzáramos en imitarla. Es este un idioma aglutinante, cuyas palabras suelen ser largas, ya que se componen de añadidos de varios significados. Nos dio un ejemplo: para decir “agua mineral sin gas” se emplea una única y larga palabra. Esto hace que ciertas palabras que son semejantes en idiomas occidentales, (por ejemplo: policía= rendersi), resultan en húngaro extrañas a los visitantes. Una cosa tiene fácil: en su gramática sólo hay un pasado en los verbos. Lo que pasó, pasó, no precisan detallar aspectos: ¡Buena filosofía!
Al recorrer la ciudad no podíamos menos de prestar atención al elegante parque automovilístico, que usan los budapestianos como si fueran paraguas, cada vez que caen cuatro gotas. La guía nos hizo saber que, aunque no parecía corresponder con la pobre renta per cápita que tiene el país, realmente, los húngaros al salir del régimen comunista habían sentido ansias de comprar buenos coches, de los que antes habían carecido, aunque fuera a costa de salirse de sus posibilidades. Sin embargo los transportes públicos seguían siendo buenos: En 1896 se inauguró el primer metro continental, el primero del mundo electrificado. Además funcionan tranvías, algunos artísticamente pintados y trolebuses, que son muy ecológicos.
Entre explicaciones ibamos devorando los detalles y el paisaje. El río Danubio es el gran protagonista de la ciudad y sus hermosos puentes. Une las primitivas ciudades de Buda, en la colina, y Pest, en el llano. El puente de las cadenas, en tiempos llamado de Francisco José, fue el primero y un alarde de ingeniería, al sostenerse sobre sus dos torres. El puente de Sissi une la colina de Gellert con el centro capitalino. Esta verde colina, lugar de fuentes termales, muestra el monumento al obispo Gellert, misionero veneciano, que cristianizó la ciudad y educó al hijo del rey S. Esteban, el príncipe S. Imre, el cual dedicó más esfuerzos a la castidad que a dar heredero al país, tras su muerte prematura. Destaca sobre el verdor el magnífico edificio del famoso balneario, que lleva años formando cuerpos esculturales. Los turcos, que se apoderaron de la región y la ciudad, en el siglo XVI, nos han legado el reaprovechamiento de sus aguas termales a través de numerosos balnearios y baños
turcos.

En nuestra primera visita, el autobús nos acercó al casco antiguo de Buda, en su mayor parte reconstruido a finales del siglo XIX en estilos historicistas. El rey Bela IV ha dejado su huella en la ciudad y con buen motivo, pues fue él quien fundó Buda y trasladó aquí la capital , tras la invasión mongola. Su hija Margarita, creó un convento en la isla que lleva su nombre en mitad del río y se la venera con cariño.
Tras una breve explicación en la plaza, con los sones de un violinista callejero, como extraordinaria música de fondo, visitamos la iglesia de Matías. Lleva el nombre del rey, emblemático mecenas renacentista, que rehabilitó la antigua construcción, para celebrar sus esponsales con Beatriz de Aragón, hija del rey de Nápoles. De la antigua, quedan entre otros restos la hermosa torre de Bela IV, con sus tejas de colores. Con Matías Corvino, el siglo XV entra en una época de esplendor. Su símbolo, el cuervo, se prodiga en sus obras públicas de la ciudad y de alrededores, como en Visegrad.
Relumbra al sol la piedra blanca del Bastión de los Pescadores, con sus hermosas vistas del Parlamento a lo lejos, de su fachada al Danubio. Estaba en obras el Palacio Real. Los Habsburgo llegaron para ayudar a expulsar a los turcos a finales del siglo XVII y rigieron el país hasta finales del XIX. La emperatriz Mª Teresa es especialmente querida por la modernización de la ciudad y, tras el levantamiento de 1848, Francisco José o sobre todo, su esposa Sissi. Dejamos este tesoro para otra ocasión. ¡No se nos olvide que queda pendiente!
La siguiente visita fue la Opera del Estado, conquista histórica del periodo nacionalista y de auge cultural del siglo XIX. Se construyen entonces los edificios emblemáticos de: el museo Nacional, Academia de Ciencias, de la Música, la Biblioteca, Teatro Nacional y las grandes mansiones del bulevar Andrassy, la principal avenida de Budapest. La guía nos enseñó la Ópera, con todos sus detalles: la inmensa lámpara que pendía sobre el patio de butacas, el palco del emperador y el que en su ausencia usaba Sissí, las salas de reunión, los balcones y terrazas para disfrutar del exterior... Es un edificio más pequeño que el de Viena, pero tan armonioso y sonoro, que tras su inauguración, causó envidia al emperador, que dejó sola a Sissí en las numerosas ocasiones que gustó de venir a él, según dice la leyenda. Parece ser que la enorme cantidad de músicos angelotes, que adornan por doquier, se encargan en las noches, de mejorar la sonoridad del lugar.

Por la calle Andrassy, gran amigo de Sissí, llegamos a la Plaza de los Héroes, que conmemora el Milenario de 1896, cuando, para celebrar los 1100 años de establecimiento de las tribus magiares, se proyectó esta plaza del Milenium, con una columnata de estatuas de próceres húngaros. Nos hicimos fotos junto a la columna central con los guerreros magiares a caballo, entre ellos el príncipe Arpad. En el siglo X estos príncipes paganos se convirtieron al cristianismo y fueron coronados reyes, por el Papa. La corona, símbolo sagrado, sólo era vista por los nobles, hoy todos podemos admirarla. El primero de los reyes cristianos, S. Esteban, se convirtió en el patrón de Hungría. Su recuerdo pervive en la ciudad, en la basílica que lleva su nombre, en estatuas y monumentos. La columna central está rematada por el arcángel S. Gabriel que presenta las joyas de la coronación. El palacio del Arte flanquea un lado de la plaza y el otro el Museo de Bellas Artes. Al fondo está el jardín que, entre otras cosas, da acceso al Zoológico, con su hermosa entrada de aspecto oriental.
Antes de llegar a comer al famoso restaurante Astoria, pasamos por el Mercado y compramos las cosas típicas de alimentación. Nos encontramos como en casa, rodeados de embutidos, vinos, pimentón y ajos. El paté y los vinos fueron nuestras compras preferidas, reservándonos de otros productos que adquiriríamos en Sazendre al día siguiente.

Por la tarde visitamos el Parlamento. Hungría sufrió grandes pérdidas en la primera y segunda guerra mundial y en 1945 por las tropas rusas. La ciudad quedó destruida. Desde 1990, con la democracia, han ido restaurándose los bellos edificios y el Parlamento, el mayor edificio del país, se ha convertido en el símbolo de la nueva Budapest. El inmenso edificio neogótico, luce en su interior tanto como sorprende por su magnífico exterior. Por dentro como una joya, las paredes doradas y pintadas, las escaleras suntuosas, las magnas salas del Congreso y la Asamblea, las lámparas, esculturas, tapices, alfombras, las nervuras de la cúpula de 96 metros...belleza y distinción para el edificio más emblemático de Hungría.
Al día siguiente nos fuimos a la población de Visegrad en el recodo del Danubio. Salimos de la ciudad, observando desde el autobús las ruinas romanas de Aquincum. La ciudad romana marcaba la frontera con los pueblos bárbaros, que la invadieron en el siglo V al mando del huno Atila. Después de otros pueblos bárbaros, los ávaros permanecieron 3 siglos, hasta que los magiares llegaron de los Urales acaudillados por el príncipe Arpad y dirigieron el país hasta el siglo XIII. Visegrad recoge la tradición de este periodo medieval. Cuando llegamos estaban corriendo justas medievales en un palenque y había un gentío de impresión. Subimos a ver el castillo, situado en el alto de un monte. En algunas estancias se recreaban festines, caza, torturas,..algo que viviría el conde Dracul, uno de los auténticos habitantes del castillo, antes de que el cine deformara sus andanzas.
También paramos en Szentendre, ciudad de artesanos, mercaderes y pescadores, que viven y venden entre callejuelas, lo que atrae a multitud de turismo. Aquí completamos nuestras compras de artesanía en madera o bordados y las cremas de belleza, elaboradas con productos naturales, .
Desde el autobús, el verdor de la vegetación y el Danubio llenaban nuestros ojos. En Hungría no hay mar, pero se presiente un mar subterráneo de agua termal. Mientras viajábamos encontrábamos lagos termales, que se formaban tras la extracción de piedras en las canteras. Esto ha permitido la aparición de un nuevo negocio: turismo náutico en cualquier época del año, con posibilidad de acceder desde los vestuarios hasta el borde de lagos deportivos a través de un tubo térmico.

A la noche teníamos la gran fiesta de despedida: Cena en la isla Margarita. Hombres y mujeres ataviados con el traje popular estaban esperándonos con vino y queso en la explanada de la posada. Luego entramos en el amplio recinto donde las mesas estaban preparadas con la comida tradicional. Llegaron los asados y los postres, escanciados con vino y licores. En el elevado escenario, continuamente se sucedían actuaciones de música zíngara y bailes húngaros, en los que al final participamos los invitados.¡No quiero decir, cómo se disparaban los flases de fotos y vídeos para recoger estos momentos inolvidables!
A continuación crucero por el Danubio, con degustación de champán y sonido de vals. Desde el elegante interior del barco oíamos la descripción de la ciudad e interesantes detalles del Danubio. En la cubierta, sentados bajo la luz de las estrellas, mientras que las luces de la ciudad y los puentes iluminados nos sobrepasaban, pudimos fotografiar cascadas de colores, como si de fuegos artificiales se tratara. Los bellos monumentos sobresalían con sus fachadas brillantes y las cúpulas dominaban el cielo. Fue una fiesta realmente bonita como broche final.
Para saber más:
http://www.flickr.com/photos/rsas0010/
http://www.guide-prague.cz/?Lang=5
http://www.guiadelmundo.com/fotos/paises/czech_republic/index.html