22 febrero 2009

Mi colega de siempre

Me he puesto muy contenta al conocer goear. Me he suscrito y he empezado a disfrutar de su música.

Enseguida se me ha ocurrido contaros que en el colegio hay alumnos que cantan muy bien y siempre pienso que, si se les promocionase convenientemente, llegarían a ser famosos y a mí me gustaría, que también ricos.

La vitalidad y alegría de varios éxitos del Arrebato se asemeja a la que tienen los muchachos que yo conozco. Escuchándole se crean en mí, imágenes mentales, que me parece que podrían ser ciertas o conseguirse, en las situaciones personales de algunos de ellos.

Es lo que me pasa con esta canción, que es una de mis favoritas. La añado a continuación para que la disfrutéis:

También podéis seguir la letra aquí.

Cuando menos te lo esperas va la vida y te sorprende
Tanto tiempo de vacio que se llena de repente
He vuelto a ver a un buen amigo a mi colega de siempre
Ese que nunca se olvida, ese que vive en tu mente

Como celebrando un gol nos pegamos un abrazo
Pareciamos dos crios nerviosos por encontrarnos
Como te trata la vida, como te tratan los años
Que alegria me da verte

Y ver que en ti nada ha cambiado
Y de repente se paro el reloj
Y volvimos a cantar la envidia por jose,

Un bocata, una cerveza por el callejon,
Y senti con alegria como nos aplaudia el corazón,
Y volvimos a ser guerreros por la libertad
Y la luna nos prestó las llaves
de todas las calles de la ciudad
Y volvimos a sentirnos compañeros de los gatos
Maullando en el tejado de la princesa del barrio

Volvimos a ponerle pegamento a nuestras vidas
Y a cantar por camaron en todas las esquinas
Paseamos por el barrio rebuscando en sus paredes
Los nombres de viejos colegas
con los nuestros aparecen
Eramos una familia que se divierte y se defiende
Cuantas guerras en la espalda
guiñandole un ojo a la suerte
Y de repente se paro el reloj

Y volvimos a cantar la envidia por jose,
Un bocata, una cerveza por el callejón,
Y senti con alegria como nos aplaudia el corazón,
Y volvimos a ser guerreros por la libertad
Y la luna nos prestó las llaves
de todas las calles de la ciudad
Y volvimos a sentirnos compañeros de los gatos
Maullando en el tejado de la princesa del barrio

Volvimos a ponerle pegamento a nuestras vidas
Y a cantar por camaron en todas las esquinas
Y volvimos a sentirnos como lobos callejeros

Fabricantes de la risa, buscadores de respeto
Volvimos a pretar el cinturon de nuestras vidas
Y a cantar por camaron en todas las esquinas
Y volvimos a ser guerreros por la libertad
Y la luna nos prestó las llaves
de toas las calles de la ciudad

Y volvimos a sentirnos compañeros de los gatos
Maullando en el tejado de la princesa del barrio
Volvimos a ponerle pegamento a nuestras vidas
Y a cantar por camaron en todas las esquinas
Y volvimos a ser guerreros por la libertad
Y la luna nos prestó las llaves
de toas las calles de la ciudad

Y volvimos a sentirnos compañeros de los gatos
Maullando en el tejado de la princesa del barrio
Volvimos a ponerle pegamento a nuestras vidas
Y a cantar por camaron en todas las esquinas
Fuente: musica.com
Letra añadida por 4247djh

08 febrero 2009

Javier y los lapiceros

Rafa me esperaba a la puerta de la oficina para ir juntos a casa, aquel jueves después de las ocho, al final de un día de trabajo fatigante. Le acompañaba Emilia y cuando yo me resistía a pasar un rato por ahí, deseando llegar de inmediato a casa, me dijeron que íbamos a tomar una exquisitez gastronómica, que había preparado su marido, el cual nos aguardaba ya en la mesa del local, con todo preparado y con el ruego de que no nos retrasáramos para apreciar el guiso en su punto.

A pesar de mi poco entusiasmo inicial, tengo que reconocer que la calidad del convite venció mi resistencia y tanto me sorprendió la novedad del menú y su sabor tan sabroso, que me ofrecí a explicar la experiencia en un hilo de internet en homenaje a nuestro distinguido cocinero.

En un plato cubierto con servilletas blancas, rodeado de las cuatro copas que contenían un afamado caldo, nos esperaba la sorpresa del gurmet: Lapiceros de morcilla.
-¿Lapiceros de morcilla, cómo puede ser eso?
Algo más de una docena de canutillos, idénticos a lapiceros blancos, tersos al tacto, por su delicada envoltura de oleas de harina con mezcla de maiz y suaves al paladar por el mullido relleno de morcilla, algo picantillo, era el resultado de los desvelos de nuestro amigo por obsequiarnos en aquel atardecer.
- ¡Qué cosa tan exquisita!
Según nos explicó el entusiasta artesano, había que cuidar el punto de la masa en la que se iba a posar la fritura de morcilla y lo que yo creo sería lo más difícil, pasar los lapiceros por la sartén, para obtener el resultado final de cohesión.
Seguramente que hay que ser muy diestros para que salgan de la sarten tan enteros y crujientes. La verdad es que además de que estaban ríquisimos, los lapiceros tenían una presencia fantástica.

Estamos muy agradecidos a Javier por hacernos partícipes de este manjar y esperamos que no pierda las habilidades y nos invite otra vez .

07 febrero 2009

Alegría

En la página que aparece este gif animado hay montón de ellos de diferentes temas

Son muy bonitos como veis.

05 febrero 2009

La nieve en el colegio

Mi agradecimiento a Sonia y a los profesores de Religión,
en cuya página he conocido el manejo de este recurso tan interesante.
Y, por supuesto a Víctor, que siempre me enseña y aclara todo.
El programa con el que se confecciona tiene varios efectos, ¿qué os parece este?


En próximos hilos veremos nuevas presentaciones.

04 febrero 2009

Fausto en Gijón

Rafa tenía muchas ganas de estar un rato con su amigo Fausto. Poder recordar la infancia con su amigo de siempre.


Se habían puesto en contacto a través del foro de Palacios de la Valduerna, después de pasar tantos años sin verse. Enseguida Fausto había venido a ver a Rafa a la oficina y se habían dado un abrazo, pero se hacía imprescindible gastar una tarde juntos o mejor un día entero y por eso acordamos verle en Gijón aquel sábado.
Yo tenía ganas de callejear por la ciudad, pues, desde que iba con mis padres a veranear, no habíamos estado allí más que con prisas y añoraba aquellas tardes lánguidas en las que el olor a yodo se te metía en la piel a través de ese “dolce far niente”.

Las previsiones meteorológicas te ponían los pelos de punta, se esperaban nevadas en todo el país y ya habíamos visto por los telediarios, que era cierta la amenaza de dejar en la cuneta a los coches que no llevaran cadenas. Esto nos hizo adoptar una opción nueva de viaje: iríamos en el ALSA. “No hay mal que por bien no venga”, dice el refrán y ese fue nuestro caso, pues descubrimos lo bien que nos resultó y ahora lo usaremos más, cuando lo requieran las circunstancias.

A pesar de lo pronosticado el tiempo fue fabuloso. Al rededor de las 11 de la mañana pinteaba, pero el cielo fue abriendo y llegó a salir el sol después del medio día. Paseando por el muro se disfrutaba de una temperatura suave, sin una brisa. Parecía imposible que sólo hiciera unos días, desde que las inmensas olas se hubieran tragado a un fotógrafo, a la vista de numerosos turistas, que también inmortalizaban con sus cámaras el tremendo poder del mar en furia.Ahora por las escaleras del Club Náutico subía un bañista después de pasar las agrestes rocas, negras de salitre, entre espumas blancas. En la playa paseaban los perritos, de la rienda de sus dueños, autorizados a usar una zona determinada si recogían los excrementos. En el agua se veían los surfistas, manejando con pericia sus tablas, en las que se paseaban subidos a las olas. En la arena se debatía un partido “jóvenes-adultos” en el que estos últimos, colorados y resollando, daban “el do de pecho”. Nosotros paseamos y fotografiamos algunos detalles, hasta llegar al Piles donde nos encontró Fausto.

Tenta no venía con él, pues tenía trabajo, así que decidimos una próxima visita, mejor organizada, que nos permitiera estar juntos los cuatro y nos fuimos hablando y recorriendo rincones de la ciudad, a los que Fausto siempre ponía un comentario. ¡Gracias por tus atenciones! Como ya llevaba muchos años viviendo en Gijón y se sabía las mejoras que se habían hecho y los proyectos que estaban por hacer, nos iba dando toda clase de informaciones, como un buen cicerone.

Hubo tiempo para repasar lo que nos había deparado el destino y recordar los detalles de la infancia, cuando los días pasaban entre juegos y amigos, dejando lugar para apreciar los más pequeños detalles de la vida. Ahora no íbamos a dejar pasar la ocasión de encontrarnos de nuevo. Cuando estuviéramos de vacaciones, trataríamos de juntarnos y disfrutar de lo que aún queda en el pueblo y en sus gentes. Con este firme propósito nos despedimos, seguros de no perder el contacto nunca más y haciendo cábalas de cuándo sería el día, que pasaramos juntos un rato tan bueno.