Queríamos localizar estos lugares de Valdesalinas y Orugo, emblemáticos en el valle del Torio. Nos habían dicho que por un camino que sale a la derecha en la carretera que une a Matallana Estación con Matallana Pueblo, no había pérdida posible.
Emprendimos la ruta por un camino ganado a la antigua vía del tren. Lo primero que divisamos fue un cartel informativo, que explicaba que ese lugar había sido hace 358 millones de años un fondo marino, durante el devónico medio, por lo que ahora había un yacimiento de corales entre las piedras. Y era verdad, pues allí mismo, a los pies del cartel, se encontraban las mismas piedras fotografiadas en él, con los restos fosilizados de coralinas. Decía también que el resto de León se encontraba también en una plataforma marina a 8000Km. de la posición actual y que los esqueletos de los organismos que vivían en ese mar se fueron acumulando unos sobre otros y los arrecifes fueron creciendo hasta una altura, que ahora la erosión ha sacado a la luz.
Hacia dos días que se había estrenado en España la película 2012 y a mi se me pusieron los pelos de punta recordando las catástrofes que tuvieron que vivir los protagonistas de la historia, y es que las profecías mayas anuncian que en breve tiempo tendremos que sufrir toda una serie de cataclismos, maremotos, volcanes y demás miserias con el cambio de eje de giro terrestre incluido, que me iban a estropear la excursión si no fuera porque en un prado cercano divisé un montón de setas de la variedad coprinus comatus. No me pude sustraer a aquel regalo de los dioses y cogí suficiente cantidad para la cena.
Valdesalinas parece que fue un poblado interesante. Se cita en documentos desde el Siglo XII, aunque en 1483 estaba ya despoblado. No sé si ya he comentado en otras ocasiones que el libro “El municipio de Vegacervera” que encontré rebuscando en una librería de viejo, pero creo que sí pues me ha proporcionado información sobre mis paseos, haciéndoles muy agradables. También tiene mucho interés el trabajo de José Manuel González García y Julia Miranda Pérez Seoane, que puede consultarse en la siguiente dirección:
www.saber.es/web/biblioteca/libros/tierras-de-leon/html/85-86/5valle.pdf
Así que teníamos ganas de investigar sus posibles ruinas o huellas. Aunque sabíamos el lugar aproximado, comenzamos nuestra andadura sin conocer el emplazamiento exacto, tanto del Orugo como de Valdesalinas, pero parece que la casualidad nos dirigió por buen camino. El paraje, que luego mirando Internet y libros, supimos que es el hoy denominado “La Campana” es una pradera recogida, con pastos de alta hierba jugosa, donde pastan los caballos con gran tranquilidad. Los potrillos retozan y reposan ignorando, que esos mismos prados, cuentan la tradición, fueron escenario de peleas entre pueblos rivales, peleas como en la actualidad, causadas por el pago de impuestos.
Subí a la sierra de San Esteban tratando de intuir donde se encontrarían los pueblos, la historia de los personajes y si en realidad fueron envenenados todos los lugareños durante una romería según cuenta la leyenda. El silencio del lugar es tan paradisíaco que éramos capaces de escuchar el batir de las alas de los cuervos mientras volaban y contemplar los halcones que giraban majestuosamente en las capas altas y observando a nuestro alrededor.
Del poblado de Valdesalinas parece que no queda nada. La pila de agua bendita de San Esteban de Valdesalinas se conserva en la actualidad en la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves de Vegacervera.
Seguí hasta el lugar de la Encarnación donde dicen que hubo otro pueblo con su iglesia, la de Nuestra Señora del Orugo. Yo sigo sin poder ver la Virgen de madera de nogal que dicen se encuentra en la sacristía de la Iglesia de Matallana aunque lo sigo intentando. Queda eso sí, lo que parece ser la boca de una mina abandonada, camuflada con ramas con un gran charco delante, semejante a una laguna, cuyas aguas proceden del interior de la oquedad. En un altonazo próximo, que parece surgir de manera artificial, se haya una escombrera de carbón, cubriendo, posiblemente, lo que fuera la ermita del Orugo. En las obras de ampliación del camino, para dar paso a los camiones de la explotación, quedaron a la vista varias lápidas arqueológicas con inscripciones, que parece que eran alto medievales.
En opinión de los profesores del CSIC, José Manuel González García y Julia Miranda Pérez Seoane, en el lugar denominado la Campana se encotraría en su dia Valdesalinas y en la Encarnación el Orugo. En el Siglo XVI Ramiro Núñez de Guzmán, Señor de Aviados, disputó incluso por las armas estos territorios limítrofes con los suyos, siendo necesario nombrar un Comisionado Real para dirimir estas cuestiones. En este momento una sensación de gran paz inunda todo el paisaje, hay ligeros sonidos que se oyen con nitidez, como el del batir de las alas de los córvidos sobre nuestras cabezas, el rumor de las hojas movidas por el viento, el crujir de ramas y hojarascas hoyadas por nuestras pisadas otoñales y el movimiento de las caballerías y sus juguetonas crías en las jugosas praderas.
Volvimos a casa sin hablar esta vez ni de arte ni de historia, sino de cómo cocinar nuestros “chipirones de campo” (coprinus comatus) en su tinta. Separamos los ejemplares más jóvenes, de las de tamaño mediano. Después de lavarlas freímos a fuego lento las jóvenes que quedaron blancas y lisas como un verdadero chipirón.
Lo que va a ser la salsa, la elaboramos a partir de las otras setas y un poco de cebolla bien picada, en la receta del libro se añade también tomate, se fríe todo en una sartén y se pasa por el “chino” para triturarlo.
Finalmente juntamos la salsa, que hicimos por un lado, con las setas que preparamos al principio, en una cazuela hasta que empiecen a hervir, apagamos luego y las servimos.
Dice el libro de Iberdrola que este plato ganó el segundo premio en el concurso de setas de Galdácano en la modalidad de platos exóticos, así que brindemos por nuestras aventuras y ¡a comer!
Emprendimos la ruta por un camino ganado a la antigua vía del tren. Lo primero que divisamos fue un cartel informativo, que explicaba que ese lugar había sido hace 358 millones de años un fondo marino, durante el devónico medio, por lo que ahora había un yacimiento de corales entre las piedras. Y era verdad, pues allí mismo, a los pies del cartel, se encontraban las mismas piedras fotografiadas en él, con los restos fosilizados de coralinas. Decía también que el resto de León se encontraba también en una plataforma marina a 8000Km. de la posición actual y que los esqueletos de los organismos que vivían en ese mar se fueron acumulando unos sobre otros y los arrecifes fueron creciendo hasta una altura, que ahora la erosión ha sacado a la luz.
Hacia dos días que se había estrenado en España la película 2012 y a mi se me pusieron los pelos de punta recordando las catástrofes que tuvieron que vivir los protagonistas de la historia, y es que las profecías mayas anuncian que en breve tiempo tendremos que sufrir toda una serie de cataclismos, maremotos, volcanes y demás miserias con el cambio de eje de giro terrestre incluido, que me iban a estropear la excursión si no fuera porque en un prado cercano divisé un montón de setas de la variedad coprinus comatus. No me pude sustraer a aquel regalo de los dioses y cogí suficiente cantidad para la cena.
Valdesalinas parece que fue un poblado interesante. Se cita en documentos desde el Siglo XII, aunque en 1483 estaba ya despoblado. No sé si ya he comentado en otras ocasiones que el libro “El municipio de Vegacervera” que encontré rebuscando en una librería de viejo, pero creo que sí pues me ha proporcionado información sobre mis paseos, haciéndoles muy agradables. También tiene mucho interés el trabajo de José Manuel González García y Julia Miranda Pérez Seoane, que puede consultarse en la siguiente dirección:
www.saber.es/web/biblioteca/libros/tierras-de-leon/html/85-86/5valle.pdf
Así que teníamos ganas de investigar sus posibles ruinas o huellas. Aunque sabíamos el lugar aproximado, comenzamos nuestra andadura sin conocer el emplazamiento exacto, tanto del Orugo como de Valdesalinas, pero parece que la casualidad nos dirigió por buen camino. El paraje, que luego mirando Internet y libros, supimos que es el hoy denominado “La Campana” es una pradera recogida, con pastos de alta hierba jugosa, donde pastan los caballos con gran tranquilidad. Los potrillos retozan y reposan ignorando, que esos mismos prados, cuentan la tradición, fueron escenario de peleas entre pueblos rivales, peleas como en la actualidad, causadas por el pago de impuestos.
Subí a la sierra de San Esteban tratando de intuir donde se encontrarían los pueblos, la historia de los personajes y si en realidad fueron envenenados todos los lugareños durante una romería según cuenta la leyenda. El silencio del lugar es tan paradisíaco que éramos capaces de escuchar el batir de las alas de los cuervos mientras volaban y contemplar los halcones que giraban majestuosamente en las capas altas y observando a nuestro alrededor.
Del poblado de Valdesalinas parece que no queda nada. La pila de agua bendita de San Esteban de Valdesalinas se conserva en la actualidad en la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves de Vegacervera.
Seguí hasta el lugar de la Encarnación donde dicen que hubo otro pueblo con su iglesia, la de Nuestra Señora del Orugo. Yo sigo sin poder ver la Virgen de madera de nogal que dicen se encuentra en la sacristía de la Iglesia de Matallana aunque lo sigo intentando. Queda eso sí, lo que parece ser la boca de una mina abandonada, camuflada con ramas con un gran charco delante, semejante a una laguna, cuyas aguas proceden del interior de la oquedad. En un altonazo próximo, que parece surgir de manera artificial, se haya una escombrera de carbón, cubriendo, posiblemente, lo que fuera la ermita del Orugo. En las obras de ampliación del camino, para dar paso a los camiones de la explotación, quedaron a la vista varias lápidas arqueológicas con inscripciones, que parece que eran alto medievales.
En opinión de los profesores del CSIC, José Manuel González García y Julia Miranda Pérez Seoane, en el lugar denominado la Campana se encotraría en su dia Valdesalinas y en la Encarnación el Orugo. En el Siglo XVI Ramiro Núñez de Guzmán, Señor de Aviados, disputó incluso por las armas estos territorios limítrofes con los suyos, siendo necesario nombrar un Comisionado Real para dirimir estas cuestiones. En este momento una sensación de gran paz inunda todo el paisaje, hay ligeros sonidos que se oyen con nitidez, como el del batir de las alas de los córvidos sobre nuestras cabezas, el rumor de las hojas movidas por el viento, el crujir de ramas y hojarascas hoyadas por nuestras pisadas otoñales y el movimiento de las caballerías y sus juguetonas crías en las jugosas praderas.
Volvimos a casa sin hablar esta vez ni de arte ni de historia, sino de cómo cocinar nuestros “chipirones de campo” (coprinus comatus) en su tinta. Separamos los ejemplares más jóvenes, de las de tamaño mediano. Después de lavarlas freímos a fuego lento las jóvenes que quedaron blancas y lisas como un verdadero chipirón.
Lo que va a ser la salsa, la elaboramos a partir de las otras setas y un poco de cebolla bien picada, en la receta del libro se añade también tomate, se fríe todo en una sartén y se pasa por el “chino” para triturarlo.
Finalmente juntamos la salsa, que hicimos por un lado, con las setas que preparamos al principio, en una cazuela hasta que empiecen a hervir, apagamos luego y las servimos.
Dice el libro de Iberdrola que este plato ganó el segundo premio en el concurso de setas de Galdácano en la modalidad de platos exóticos, así que brindemos por nuestras aventuras y ¡a comer!
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