Llegamos a casa de Luciana, para buscar a Tania y Primo a las 6 de la tarde, preparados con los bocadillos que pensábamos comer en el campo. Salimos de Villaquilambre, por la carretera paralela al río Torío, río de Tor y Orión, lleno de concomitancias antiguas, íbamos en dirección norte.
La montaña azulada por la luz de la tarde, contrastaba con un cielo brillante, nítida al sol, nos invitaba desde lejos. El pico Polvoreda o Correcillas, que brillaba con su cima piramidal acostada hacia el este, nos hizo recordar la hazaña de los vecinos de Correcillas, que dicen treparon con pedruscos para levantar los pocos metros que le faltaba al monte para alcanzar los 2000 y poder ser catalogado en los mapas con un punto geodésico. Más allá estaban las que formaban las famosas Hoces de Vegacervera y donde se esconden las admiradas Cuevas de Valporquero, pero nosotros no íbamos a emprender esa ruta, sino que, mirando el cordal que sigue al Polvoreda, nos dejaríamos seducir por las montañas que le siguen en la perspectiva, las de Aviados y la Vecilla.
Mientras rodaba el coche, mirando los lujosos chalets, con sus fincas de árboles frutales, salteados todo a lo largo de la carretera, nos parecía una lógica continuación de las numerosas villas romanas, que hubo en la antigüedad y que ahora son sustituidas por ellos, quizá de una forma atávica.
Fuimos recordando la herencia romana, no sólo en las ruinas de Navatejera, que acabábamos de pasar, sino en el nombre de los pueblos... y el más sonoro, quizá es Pardavé, "pueblo partido en dos por el río". Ahora le han hecho una carretera de circunvalación que ha terminado con la penosa travesía por el estrecho puente.
A la entrada de Matallana nos despedimos del río Torío, para tal y como habíamos pensado al ver las montañas a la salida de León, seguir el cordal a la derecha. El paisaje se abría en la Valcueva con un "Campo hermoso". No sólo el pueblo que lleva este nombre se muestra como un campo hermoso todo el territorio es feraz, con altos chopos y bosques de encinas entre prados y con los riscos de Aviados a la izquierda de la ruta.
Con dificultad se veía el castillo de Aviados, propiedad de la casa de Luna, que tuvo una gran importancia histórica en la provincia y eso nos dio motivo de conversación con respecto al apellido de Tania. Ella recibe el apellido por un descendiente que marchó a Brasil desde Portugal. También Uceda procede parece ser, de Burgos, de la Villa de Uceda, en la provincia de Guadalajara, de Villagatón en León, pero luego se difundió mucho en América.
Entre estos comentarios históricos llegamos a la Peña Morquera y hablamos de su influencia comercial antigua, bajo la protección de Mercurio, cuando los romanos tendían sus calzadas por allí. Después se recuperó a través de Valdecésar, en el camino de Santiago, en la Edad Media, cuando S. Froilán cristianizaba y repoblaba con cenobios estos territorios de frontera. Hoy en día es una senda escondida con un arroyo cantarín que desemboca en la cascada, tan conocida próxima al pueblo de Nocedo.
Al llegar a la Vecilla hicimos el giro a la izquierda siguiendo el río Curueño. Este río al que tenemos un cariño especial, corría brillando entre grandes piedras y arbustos sombríos. En su margen izquierda aún iluminaba el sol a árboles y montañas que estaban en sombra a la derecha y, las peñas en lo alto, a derecha e izquierda, resplandecían con la luz del ocaso.
Paramos frente a Montuerto para ver la Cascada, que viene de Valdecésar reuniendo humedades de Correcillas, Peña Valdorria, Morquera. En esta cascada te sientes como en un lugar mágico, al que acuden sin cesar niños y adultos, siempre encontramos a alguien conocido. Rincones llenos de alegrías, en los recodos del río las truchas se deslizan pausadamente ajenas a nuestras fotos y sorpresas.
Al pasar junto a Valdorria, recordamos la ermita de S. Froilán que allí se venera, en lo alto de la Peña, tras 365 escalones de piedra, que edificó el santo con ayuda de su burro primero y, tras comérselo el lobo, con la ayuda de esta alimaña.
Paramos en el abandonado balneario de Nocedo, que espera como el arpa, la mano que sepa sacar de él tanto lujo y placer, como dio en sus buenos años, en los que el aprovechamiento de aguas medicinales no iba como ahora, directamente al río. Claro que, aunque nos pese, esta situación tiene sus ventajas, pues los habitantes, los animales y plantas reciben estos beneficios gratuitamente y por igual, como es todo en la naturaleza gentil y generosa.
Empezamos el recorrido de las Hoces de Valdeteja, con su sorprendente zig-zag de montañas y río. La estrecha carretera compartía el pequeño paso en el fondo del tajo, que el río había oradado en la montaña. Las paredes calizas, agujereadas por hilillos de agua, dejaban colgar sus residuos minerales tiñendo la blancura del roquedo en distintos tonos gris-azulados. Se apreciaban erosiones de tiempos antiguos, de otras eras geológicas, en las que el río había hecho remolinos, que ahora parecían bóvedas elevadas. Por todas partes se veían entradas de cuevas, que mostraban de qué manera, aquellas duras rocas no eran más que esponjas comidas por el agua, tanto dentro como en su exterior.
Llegamos a una venta, que antiguamente fue villa romana "Masmino", luego poblado medieval, ermita y quizá monasterio, pero que ahora todo eso queda reducido a una cruz en su recuerdo. La venta es, claro está, una casa rural y muchos coches aparcados daban cuenta de lo necesario que es hacer paradas en estos lugares tan hermosos.
Seguimos un poco más allá, donde sale la desviación para el pueblo de Arintero. Aquí era obligado recordar a la Dama de Arintero y su historia atrevida. Existió realmente la heroína que va a la guerra disfrazada de varón, para sustituir en sus obligaciones a su padre anciano, el conde García, que sólo tenía hijas. Se llamó Juanita García y sirvió a los reyes católicos en sus luchas contra la Beltraneja, tanto en el cerco de Zamora en 1476, a cargo del propio rey Fernando, como en el frente de Toro, en Pelea Gonzalo, bajo el pendón morado de S. Isidoro. Después de esta victoria fue descubierta: -¡mujer hay en la guerra!, gritaron y a la que era conocida bajo el nombre del caballero Oliveros se la dejó libre de armas y con privilegios y dineros que llevaría a su casa.
Volvimos a nuestra ruta para buscar la amplitud del valle, que nos fue dado contemplar en Tolibia. Los prados se extendían a las márgenes del río y los rayos del sol caían sobre ellas filtrados por las hojas vacilantes de los chopos, las fresnedas y los salgueros, que se alternaban entre las sebes. Nos acercamos a rendir homenaje al maestro, que tiene un busto que el pueblo le hizo en agradecimiento, porque estos detalles son muy de admirar.
Hubieramos seguido a Valdelugueros, cápital del valle, cabeza de Tercia, tierra de los Argüellos, cuyas casas se veían a continuación, desde la explanada de la iglesia, pero ya de las nubes bajaba el Cierzo, como una cortina espesa, posando sobre las casas su niebla húmeda y fría, con lo que nuestra retirada fue eminente.
A pesar de la grandiosidad de la naturaleza y de la riqueza que ella encierra, para que los hombres la puedan extraer, se necesita bravura. El rigor del clima y la aspereza del terreno han obligado a muchos, a abandonar estas tierras y sólo algunos habitantes, apodados "Los bravos", como el título de la novela que aquí se desarrolla, continúan intrépidos apostando por sus recursos naturales.
Enseguida estábamos en el camping de la Vecilla, comiendo el bocadillo. Mirábamos la ribera del río recordando la obra "El León de España", de Pedro Becilla Castellanos, hermosa narración de Porma y Curueño, los ríos que corren por esta zona y que recuerdan a dos personajes astures que lucharon contra los romanos.
La bella Porma es raptada la víspera de sus esponsales y se inician una serie de escapadas y luchas. El aguerrido Curueño lucha para liberarla. No pudo ser, murieron en la sangrienta refriega. Sus cuerpos alejados, sólo convirtiéndose en ríos pudieron juntarse, al encontrarse en Ambasaguas, pueblo cercano al Barrio de Nuestra Señora.
El libro de "El León de España", fue muy famoso en su época y D. Quijote lo tuvo en su biblioteca, pero se fue al fuego en un apresuramiento, porque no llegó a ser visto por el cura y el barbero, como puntualiza Cervantes en su obra inmortal.
Verdaderamente sorprende la erudición de Cervantes, conocedor de tantas historias del antiguo reino de León. Quizá sea debido, como Cervantes dice, por boca del personaje del Cautivo, porque nació o tuvo su origen "en las montañas de León" y una parte de los investigadores defiende esta procedencia. Ved nuestros estudio sobre El Quijote en el Reino de León.
En el frescor de la ribera nos detuvimos hasta que se oscureció. Fuimos a la cafetería para entrar en calor, antes de iniciar el viaje a casa.
Se habían encendido las luces de la calle y aunque había luna llena, no la vimos brillar roja y hermosa, hasta llegar a León.
La montaña azulada por la luz de la tarde, contrastaba con un cielo brillante, nítida al sol, nos invitaba desde lejos. El pico Polvoreda o Correcillas, que brillaba con su cima piramidal acostada hacia el este, nos hizo recordar la hazaña de los vecinos de Correcillas, que dicen treparon con pedruscos para levantar los pocos metros que le faltaba al monte para alcanzar los 2000 y poder ser catalogado en los mapas con un punto geodésico. Más allá estaban las que formaban las famosas Hoces de Vegacervera y donde se esconden las admiradas Cuevas de Valporquero, pero nosotros no íbamos a emprender esa ruta, sino que, mirando el cordal que sigue al Polvoreda, nos dejaríamos seducir por las montañas que le siguen en la perspectiva, las de Aviados y la Vecilla.
Mientras rodaba el coche, mirando los lujosos chalets, con sus fincas de árboles frutales, salteados todo a lo largo de la carretera, nos parecía una lógica continuación de las numerosas villas romanas, que hubo en la antigüedad y que ahora son sustituidas por ellos, quizá de una forma atávica.
Fuimos recordando la herencia romana, no sólo en las ruinas de Navatejera, que acabábamos de pasar, sino en el nombre de los pueblos... y el más sonoro, quizá es Pardavé, "pueblo partido en dos por el río". Ahora le han hecho una carretera de circunvalación que ha terminado con la penosa travesía por el estrecho puente.
A la entrada de Matallana nos despedimos del río Torío, para tal y como habíamos pensado al ver las montañas a la salida de León, seguir el cordal a la derecha. El paisaje se abría en la Valcueva con un "Campo hermoso". No sólo el pueblo que lleva este nombre se muestra como un campo hermoso todo el territorio es feraz, con altos chopos y bosques de encinas entre prados y con los riscos de Aviados a la izquierda de la ruta.
Con dificultad se veía el castillo de Aviados, propiedad de la casa de Luna, que tuvo una gran importancia histórica en la provincia y eso nos dio motivo de conversación con respecto al apellido de Tania. Ella recibe el apellido por un descendiente que marchó a Brasil desde Portugal. También Uceda procede parece ser, de Burgos, de la Villa de Uceda, en la provincia de Guadalajara, de Villagatón en León, pero luego se difundió mucho en América.
Entre estos comentarios históricos llegamos a la Peña Morquera y hablamos de su influencia comercial antigua, bajo la protección de Mercurio, cuando los romanos tendían sus calzadas por allí. Después se recuperó a través de Valdecésar, en el camino de Santiago, en la Edad Media, cuando S. Froilán cristianizaba y repoblaba con cenobios estos territorios de frontera. Hoy en día es una senda escondida con un arroyo cantarín que desemboca en la cascada, tan conocida próxima al pueblo de Nocedo.
Al llegar a la Vecilla hicimos el giro a la izquierda siguiendo el río Curueño. Este río al que tenemos un cariño especial, corría brillando entre grandes piedras y arbustos sombríos. En su margen izquierda aún iluminaba el sol a árboles y montañas que estaban en sombra a la derecha y, las peñas en lo alto, a derecha e izquierda, resplandecían con la luz del ocaso.
Paramos frente a Montuerto para ver la Cascada, que viene de Valdecésar reuniendo humedades de Correcillas, Peña Valdorria, Morquera. En esta cascada te sientes como en un lugar mágico, al que acuden sin cesar niños y adultos, siempre encontramos a alguien conocido. Rincones llenos de alegrías, en los recodos del río las truchas se deslizan pausadamente ajenas a nuestras fotos y sorpresas.
Al pasar junto a Valdorria, recordamos la ermita de S. Froilán que allí se venera, en lo alto de la Peña, tras 365 escalones de piedra, que edificó el santo con ayuda de su burro primero y, tras comérselo el lobo, con la ayuda de esta alimaña.
Paramos en el abandonado balneario de Nocedo, que espera como el arpa, la mano que sepa sacar de él tanto lujo y placer, como dio en sus buenos años, en los que el aprovechamiento de aguas medicinales no iba como ahora, directamente al río. Claro que, aunque nos pese, esta situación tiene sus ventajas, pues los habitantes, los animales y plantas reciben estos beneficios gratuitamente y por igual, como es todo en la naturaleza gentil y generosa.
Empezamos el recorrido de las Hoces de Valdeteja, con su sorprendente zig-zag de montañas y río. La estrecha carretera compartía el pequeño paso en el fondo del tajo, que el río había oradado en la montaña. Las paredes calizas, agujereadas por hilillos de agua, dejaban colgar sus residuos minerales tiñendo la blancura del roquedo en distintos tonos gris-azulados. Se apreciaban erosiones de tiempos antiguos, de otras eras geológicas, en las que el río había hecho remolinos, que ahora parecían bóvedas elevadas. Por todas partes se veían entradas de cuevas, que mostraban de qué manera, aquellas duras rocas no eran más que esponjas comidas por el agua, tanto dentro como en su exterior.
Llegamos a una venta, que antiguamente fue villa romana "Masmino", luego poblado medieval, ermita y quizá monasterio, pero que ahora todo eso queda reducido a una cruz en su recuerdo. La venta es, claro está, una casa rural y muchos coches aparcados daban cuenta de lo necesario que es hacer paradas en estos lugares tan hermosos.
Seguimos un poco más allá, donde sale la desviación para el pueblo de Arintero. Aquí era obligado recordar a la Dama de Arintero y su historia atrevida. Existió realmente la heroína que va a la guerra disfrazada de varón, para sustituir en sus obligaciones a su padre anciano, el conde García, que sólo tenía hijas. Se llamó Juanita García y sirvió a los reyes católicos en sus luchas contra la Beltraneja, tanto en el cerco de Zamora en 1476, a cargo del propio rey Fernando, como en el frente de Toro, en Pelea Gonzalo, bajo el pendón morado de S. Isidoro. Después de esta victoria fue descubierta: -¡mujer hay en la guerra!, gritaron y a la que era conocida bajo el nombre del caballero Oliveros se la dejó libre de armas y con privilegios y dineros que llevaría a su casa.
Volvimos a nuestra ruta para buscar la amplitud del valle, que nos fue dado contemplar en Tolibia. Los prados se extendían a las márgenes del río y los rayos del sol caían sobre ellas filtrados por las hojas vacilantes de los chopos, las fresnedas y los salgueros, que se alternaban entre las sebes. Nos acercamos a rendir homenaje al maestro, que tiene un busto que el pueblo le hizo en agradecimiento, porque estos detalles son muy de admirar.
Hubieramos seguido a Valdelugueros, cápital del valle, cabeza de Tercia, tierra de los Argüellos, cuyas casas se veían a continuación, desde la explanada de la iglesia, pero ya de las nubes bajaba el Cierzo, como una cortina espesa, posando sobre las casas su niebla húmeda y fría, con lo que nuestra retirada fue eminente.
A pesar de la grandiosidad de la naturaleza y de la riqueza que ella encierra, para que los hombres la puedan extraer, se necesita bravura. El rigor del clima y la aspereza del terreno han obligado a muchos, a abandonar estas tierras y sólo algunos habitantes, apodados "Los bravos", como el título de la novela que aquí se desarrolla, continúan intrépidos apostando por sus recursos naturales.
Enseguida estábamos en el camping de la Vecilla, comiendo el bocadillo. Mirábamos la ribera del río recordando la obra "El León de España", de Pedro Becilla Castellanos, hermosa narración de Porma y Curueño, los ríos que corren por esta zona y que recuerdan a dos personajes astures que lucharon contra los romanos.
La bella Porma es raptada la víspera de sus esponsales y se inician una serie de escapadas y luchas. El aguerrido Curueño lucha para liberarla. No pudo ser, murieron en la sangrienta refriega. Sus cuerpos alejados, sólo convirtiéndose en ríos pudieron juntarse, al encontrarse en Ambasaguas, pueblo cercano al Barrio de Nuestra Señora.
El libro de "El León de España", fue muy famoso en su época y D. Quijote lo tuvo en su biblioteca, pero se fue al fuego en un apresuramiento, porque no llegó a ser visto por el cura y el barbero, como puntualiza Cervantes en su obra inmortal.
Verdaderamente sorprende la erudición de Cervantes, conocedor de tantas historias del antiguo reino de León. Quizá sea debido, como Cervantes dice, por boca del personaje del Cautivo, porque nació o tuvo su origen "en las montañas de León" y una parte de los investigadores defiende esta procedencia. Ved nuestros estudio sobre El Quijote en el Reino de León.
En el frescor de la ribera nos detuvimos hasta que se oscureció. Fuimos a la cafetería para entrar en calor, antes de iniciar el viaje a casa.
Se habían encendido las luces de la calle y aunque había luna llena, no la vimos brillar roja y hermosa, hasta llegar a León.
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