Mirando esta foto de José Rojo, los chicos pequeños que están a su lado creo que son su hijo y su sobrino, el hijo de Emiliano y el jovencito era yo; los recuerdos bonitos de la infancia en Palacios de la Valduerna vuelven a mi memoria.
A pesar de la diferencia de edad siempre me ha unido una gran amistad con José. Cuando yo era pequeño, esperaba a que él pasara a trabajar por delante de la puerta de casa de mis abuelos. ¿desayunaste ya? -me preguntaba- yo asentía con la cabeza sonriendo-¡pues monta en el carro, que voy para el "Benabrín"! .
Los Fontanones, el Pedrón, el Benabrín, el Gamonal o las Adoberas, eran los nombres más comunes de los lugares, donde solía ir a trabajar la Gente de Palacios, pero a mi el Benabrín, me gustaba especialmente, porque mientras araban la tierra, a veces salían a la luz grandes trozos de piedras, que delataban los restos de un poblado ya desaparecido.
Mucho tiempo después, leí que, antiguamente, cerca de ese lugar había vivido una joven doncella, que era guapísima, tan digna de admiración y adornada de virtudes era, que durante la invasión musulmana del año 711, un joven caudillo agareno que pasó por el lugar, se enamoró de ella y la pidió matrimonio.
A ella le gustaba el joven caudillo, pero les separaban una serie de barreras casi infranqueables: la cultura, la religión, la guerra…. así que le puso como condición para desposarse, que adjurara del Islam y que abandonara las armas. Tanto era su amor por ella, que terminó cediendo a sus peticiones y no solo eso, sinó que además construyó un hermoso palacio al estilo de los de las Mil y una Noches para vivir juntos su amor en ese lugar que les había unido.
Así fue como en el palacio de Ben-Abrin vivieron los enamorados y sus hijos y después los hijos de sus hijos. Hasta que…. Muchos años mas tarde otro caudillo arabe, Almanzor pasando por aquí de camino a Santiago, contempló el palacio y quiso conocer la historia.
Cuando supo la historia del que consideró un renegado caudillo, montó en cólera y mandó destruirlo completamente y es por esto, que hoy encontramos unas piedras que ya no nos dan idea de su pasada grandeza. Sólo nos queda su sonoro nombre Ben-Abrin.
La historia no es mía, la cuenta Conrado Blanco, el cronista de la Bañenza en uno de sus libros, pero yo os la cuento aquí por si no la conocíais, con la esperanza de que os guste y de que os anime a contarme vosotros otras también.
A pesar de la diferencia de edad siempre me ha unido una gran amistad con José. Cuando yo era pequeño, esperaba a que él pasara a trabajar por delante de la puerta de casa de mis abuelos. ¿desayunaste ya? -me preguntaba- yo asentía con la cabeza sonriendo-¡pues monta en el carro, que voy para el "Benabrín"! .
Los Fontanones, el Pedrón, el Benabrín, el Gamonal o las Adoberas, eran los nombres más comunes de los lugares, donde solía ir a trabajar la Gente de Palacios, pero a mi el Benabrín, me gustaba especialmente, porque mientras araban la tierra, a veces salían a la luz grandes trozos de piedras, que delataban los restos de un poblado ya desaparecido.
Mucho tiempo después, leí que, antiguamente, cerca de ese lugar había vivido una joven doncella, que era guapísima, tan digna de admiración y adornada de virtudes era, que durante la invasión musulmana del año 711, un joven caudillo agareno que pasó por el lugar, se enamoró de ella y la pidió matrimonio.
A ella le gustaba el joven caudillo, pero les separaban una serie de barreras casi infranqueables: la cultura, la religión, la guerra…. así que le puso como condición para desposarse, que adjurara del Islam y que abandonara las armas. Tanto era su amor por ella, que terminó cediendo a sus peticiones y no solo eso, sinó que además construyó un hermoso palacio al estilo de los de las Mil y una Noches para vivir juntos su amor en ese lugar que les había unido.
Así fue como en el palacio de Ben-Abrin vivieron los enamorados y sus hijos y después los hijos de sus hijos. Hasta que…. Muchos años mas tarde otro caudillo arabe, Almanzor pasando por aquí de camino a Santiago, contempló el palacio y quiso conocer la historia.
Cuando supo la historia del que consideró un renegado caudillo, montó en cólera y mandó destruirlo completamente y es por esto, que hoy encontramos unas piedras que ya no nos dan idea de su pasada grandeza. Sólo nos queda su sonoro nombre Ben-Abrin.
La historia no es mía, la cuenta Conrado Blanco, el cronista de la Bañenza en uno de sus libros, pero yo os la cuento aquí por si no la conocíais, con la esperanza de que os guste y de que os anime a contarme vosotros otras también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario