Hemos vuelto al Faedo queriendo mostralo a los chicos, pero lo hemos disfrutado solos. Las hayas estaban silenciosas bajo el manto de nieve, pero todo el ambiente estaba inundado del fragor del agua, que corría a borbotones por el estrecho cauce que le permite la hoz de roca caliza o saltando atropelladamente entre las piedras cuando se abre el bosque.
Extrañamente, estuvimos sólos en nuestro periplo, pisando sobre las huellas de otro solitario montañero, único rastro humano sobre la nieve impoluta.
Los recuerdos fotográficos muestran diferencias con respecto a la nieve del día que se lo dimos a conocer a Toño y Raquel, a pesar de que ahora estaba de nuevo nevado. Véamoslo.
Extrañamente, estuvimos sólos en nuestro periplo, pisando sobre las huellas de otro solitario montañero, único rastro humano sobre la nieve impoluta.
Los recuerdos fotográficos muestran diferencias con respecto a la nieve del día que se lo dimos a conocer a Toño y Raquel, a pesar de que ahora estaba de nuevo nevado. Véamoslo.
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