16 marzo 2010

Las Médulas, el Bierzo, León


Esta vez recordamos la primera excursión a las Médulas.
Viajamos desde León por la N120, hasta la salida recomendada, ya próximos al túnel de la Barosa y entramos primeramente a visitar el lago Carucedo.
Estaba el agua tersa y mineral, me pareció ver saltar una enorme trucha o quizá un monstruo del lago. Estuve un rato con la cámara preparada tratando de fotografiarle si lo intentaba. Me había parecido tan enorme...

De allí subimos al mirador de Orellán. Sorprende este balcón al gran circo, creado por la rotura de las montañas en la explotación romana. Todo el mundo inmortaliza el instante con sus cámaras de fotos. No dan testimonio suficiente a quien no ha estado allí, sirven de recuerdo, pero el que no conoce el sitio, necesita del fuerte impacto de este lugar para comprenderlo.

Entramos al kiosco, donde se inicia la visita de la mina romana. Caminando con el casco en la cabeza y la linterna en la mano, por los corredores, donde el agua hizo explotar la montaña y desmoronar la arcilla, que escondía el oro, que buscaba Roma, allá por aquellos lejanos siglos, nos sentíamos personajes de una película alucinante. Al llegar al final del túnel y contemplar el agujero formado en la mitad de altura de la montaña, abiertos al precipicio… ¡es sorprendente esa panorámica!

Fuimos recorriendo los varios kilómetros, conociendo los distintos puntos de la explotación. Hicimos el trayecto marcado por puntos de información, así que vimos un canal, lagunas, nos aproximamos a la Balouta y a la cueva Palomera, a las murias y, al final, al pueblo de Médulas.
Desde el pueblo entramos en la zona peatonal del parque natural, que se extendía por el soto de castaños, donde comimos sobre una pindia ladera, refugiándonos bajo los viejos castaños de la suave llovizna. Entramos a las dos cuevas: La Encantada y la

Hicimos fotos a los majestuosos castaños que nos sorprendían con toda su belleza y sobrio poder. Nos recibían en sus regazos como madrazas. Parecíamos diminutos subidos a las potentes ramas retorcidas o dentro de los huecos requemados de sus troncos. Nos embelesábamos con el brillo de sus hojas húmedas y de las castañas relucientes, que asomaban tímidamente, protegidas en el interior de los erizos. También lucían con un amarillo dorado los amentos que colgaban entre los frutos. Paseamos sumiéndonos en este ambiente mágico y, después de hacer montón de fotos, regresamos.

Antes de coger el coche compramos un librito y castañas, por supuesto; en una de las tiendas que, junto con restaurantes y hoteles, abarrotan este turístico pueblo.

De regreso paramos a ver el castillo de Cornatel o de Úlver. Entramos a ver este castillo del que fue tenente Jimena Muñiz, una de las concubinae de Alfonso VI, a la que nosotros tenemos en especial estima, porque dicen que era de Jiménez de Jamuz, cerca de Palacios de la Valduerna, del que ya hemos hablado.

Este año hemos hecho esta misma excursión con nuestros amigos Antonio y Nani, cuyas fotos podéis ver aquí, bueno, salvo que en este recorrido, en vez de visitar Cornatel, paramos en Astorga. Aquí está el reportaje fotográfico dedicado a los castaños. Y Nani también sacó muy bonitas fotos, algunas están en este álbum.

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