Todo empezó al atardecer, mientras pasábamos por un tranquilo pueblín de nuestra montaña leonesa.
La luz tenue de una farola, la nieve abundante recostada contra el muro de una Iglesia y de repente unos seres, como los de los peores cuentos de Poe, se abalanzaron contra nosotros como salidos de las más horribles pesadillas portando amenazantes antorchas.
Podríamos haber empezado así nuestro relato, pero no, porque como ya os habréis dado cuenta estamos en Riello, ese bonito pueblo de la montaña leonesa y aunque toda España celebra el día de los enamorados aquí es también el sábado Frisolero, preludio de unos Carnavales con los “zafarrones” corriendo por las calles, detrás de los huidizos transeúntes asustados por el ruido de los cencerros y el fuego de las antorchas.
Como podéis comprobar en las fotos, el “zamarrón” cubre su cara con una horrible careta, negra y diabólica, hecha de piel de cabrito, lleva en la mano un largo tizón que huele a demonios.
El resto del disfraz lo completan las pieles de animales que se visten sobre una camisa larga y pantalón blanco. Lleva también abarcas de piel, cinturón y varias correas de las que penden cencerros y grandes esquilones para que se note su paso. También lleva un saco de ceniza que esparce por el suelo y sobre los humanos.
Más peligroso aún es El “toro”, yo me jugué el tipo para poder mostrároslo en las fotos , hasta que paralizado por el miedo me di cuenta que el que se abalanzaba sobre mi estaba hecho con un armazón de madera cubierto por una sábana blanca y una cabeza con largos cuernos.
El mozo escondido bajo la sábana persigue a las chicas y al “torero”, este personaje que me recordaba a los “chulos madrileños” por su vestimenta elegante.
El mozo escondido bajo la sábana persigue a las chicas y al “torero”, este personaje que me recordaba a los “chulos madrileños” por su vestimenta elegante.
Después del recorrido por las calles y el toque de campanas, que briosamente ejecutó nuestro amigo Estebanín, entramos en los bares para calentar y husmear para ver si conseguíamos descubrir a nuestros amigos tras los disfraces, que ya se veían en los vecinos, caminando hacia las antiguas escuelas donde se congregaban.
Allí tuvimos tiempo para “posar” junto a personajes de actualidad, como Bárcenas, el Juez Ruz, el pequeño Nicolás y otros de toda la vida, como la abuela de la cesta, Lina Morgan, brujas y hadas infantiles, sevillanas, abeja Maya, mujeronas de melenas coloreadas, o la novedosa "señorita fregona".
Antiguamente la impunidad que proporcionaba el disfraz, servía a los mozos y las mozas para efectuar lo que se denominaba, el “robo de pucheros” era una broma ritual: las cocinas de casi todas las casas eran asaltadas por ellos, para posteriormente esconderlos o cambiarlos de procedencia.
La celebración actual tiene un final más pacífico pues el Ayuntamiento invita a todos los asistentes a degustar unas exquisitas sopas de truchas y chocolate con churros, mientras continúa la fiesta entre bailes y alegría. Don Eli, el sacerdote, también quiso poner su granito de arena al convidarnos a un vasito de moscatel ese exquisito vino que le hurtábamos cuando éramos monaguillos.
Gracias Mar por avisarnos y también al Sr. Alcalde por invitarnos. Volveremos a saludaros el martes, cuanto vengáis a desfilar a la capital, pero hasta siempre conservaremos un grato recuerdo de este sábado “frisolero” pasado con vosotros en Riello.
¡Ah! Y Esteban, que conste que no has conseguido engañarme con tu terrible disfraz de ancianita de 2 metros de altura.
Texto y fotos de Rosa Fadón y Rafael Cid
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