11 mayo 2021

Feliz cumpleaños, Cosqui 2021

Me gusta que cumplas estos años tan bonitos, una cifra redonda, qué alegría. Yo deseo que seas muy feliz y recordemos nostálgicas, los buenos momentos que pasamos juntas en nuestra casa de la Plaza del Vizconde.

Soco 2020

Tú eras la pequeña de la casa, Mírate aquí con un añito, ya vestida de traje regional, cuando llegasteis a León y os establecisteis en la casa de la que luego sería nuestra cuñada. Angelines luego me hablaría de nuestro hermano Felipe, que ella admiraba cuando era pequeño.

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En esta foto se te ve, una niña con tus papás, con calcetines todavía y con esa carita alegre, que han heredado tus hijas y nietas. Los papis tan jóvenes, papá un dandy, de aire argentino, con la boquilla de fumar...

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Estuviste contenta de que yo llegara para ser la pequeña de la casa, quizá porque en ese momento, ya eras una mocita y yo te servía de disculpa para pasear con Andrés, llevando el cochecito.

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Sigo nuestra historia mirando las fotos que nos hicimos. En la plaza de las palomas había un fotógrafo que paraba a la gente, por si querían fotografiarse y como sabemos, papá fue un buen aficionado a la fotografía y tenemos instantáneas de muchas ocasiones.

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 Ahí estamos tú y yo, con todas las hermanas o en la procesión de las palmas, junto al borriquito o en las fiestas de cumpleaños, siempre juntas.

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Te recuerdo jugando al escondite por la casa. Yo tapada con los abrigos que colgaban en el perchero del pasillo, detrás de la puerta de la alcoba, sentada en el baúl, camuflada entre ropas que colgaban de aquellas perchas o acurrucada debajo de la mesa del pasillo. Tú me decías que me descubrías por mis bonitos ojos que brillaban y entonces decidía cerrarlos cuando tú pasabas cerca. 

Me ayudabas en los deberes, para aprender aquellos nombres de Ciencias Naturales, los paquidermos...Utilizabas la regla nemotécnica de pensar en tía Paquita... 

Aquel día que mamá se empeñó en que tenía que acabar el guiso de patatas y a mi no me entraban y lloraba, pero no había perdón. Tú las machacaste con el tenedor, hiciste un campo rayado y me lo dabas pacientemente, mientras yo las tragaba entre lágrimas. 

Por las tardes de verano, cuando era obligado que me acostara a la siesta, tú me consolabas leyendo los Cuentos de Andersen. Nos echábamos en una de las camas metálicas, que estaban entonces en lo que luego fue el despacho. Se estaba muy fresquito, poco a poco pasaba El patito feo, los cisnes que llevaban presa a la princesa y todas aquellas historias fantásticas. 

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En el verano salíamos de vacaciones. Además de los días de visita a la familia, fuera en Zamora o con los tíos de parte de mamá, íbamos a la playa, a Gijón, San Sebastián...Creo que fue aquí, donde no encontrábamos pensión y aquella noche nos acomodaron en un piso que disponía de dos habitaciones. Papá y Lolo compartieron cama en una de ellas y en la otra mamá y tú dormisteis de cabecera y yo a los pies. ¡Qué divertido nos pareció! 

Siempre estabas tan alegre y muy guapa. Me acuerdo de un día que Andrés te esperaba en el comedor, impaciente, volteaba un cenicero redondo de cristal tallado, que había sobre la mesa, cubierta con un tapete de algodón marrón plagado de dibujos y grecas. Yo miraba sus dedos finos y aquel sello con la piedra granate facetada. 

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Luego salíais a pasear, parecíais una pareja de cine. ¡Qué guapos estabais Andrés y tú, bailando...! en aquella pista de baile, cerca del Distrito de Montes, desde donde yo te vi, un día que estaba en la oficina con papá. Llevabas un vestido blanco, con una falda de mucho vuelo y bailabais muy bien. No sé si había otra pista frente a la Venatoria, todo se me hacía que os veía bailar. 

Donde bailábamos tú y yo era en la cocina. A veces con el tío Alejandro y mamá. En Navidades, cuando se bailaba la jota, mamá tocaba la pandereta sobre la bandeja de alpaca plateada, que usábamos a diario, que ahora conservo yo con mucha estima. Papá hacía ritmo con las manos sobre la mesa, ese toque que ahora estudiamos en folclore regional y le llaman “panaderas”. 

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Me acuerdo mucho del tío, que yo llamaba Lolo, bailaba la jota a la sayaguesa dando una pequeña pataleta en el ritmo y tocaba unas castañuelas, que se llaman titos. Jugabais a las cartas y hacía solitarios, que eran más fáciles, para mí. 

Pero a ti, te recuerdo brillante, elegante, dando clase en Brañuelas, con un anillo, en el que destellaba un topacio, moviendo la mano sobre el mapa, mientras explicabas la historia de los pueblos de España. ¿por qué estabas dando tú la clase? Por alguna razón estábamos allí las dos con Pili...Me acuerdo tan nítidamente ¿Qué edad tendría? 

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Aquí se te ve con el traje regional. Me dices que estabais en la casa que tenía Acción Católica en la calle Cardenal Landázuri, tan cerca de nuestra casa de la plaza del Vizconde, con amigas de las que aún sigues su pista. Yo te veo tan guapa con tu chambra negra de gala, con puntillas en puños, igual que en el mandil y el chal de merino bordado, que yo restauré poniéndole flecos. Fijémonos en las medias de cuadros, que un buen día encontré en el baúl y en mis quince años las usé, sin saber que pertenecían a la indumentaria tradicional.

¡Qué fiesta para todo el barrio fue tu boda! con aquel premio que salía en la radio, o en la TV. Desde Madrid nos mandaste la postal del Hotel Palace, frente a la estatua de Neptuno, donde habías señalado con una crucecita vuestra habitación, ¡Qué tunantes! Ir a Madrid, qué ilusión. Salía en las películas, como “Las chicas de la Cruz Roja”, tan alegres y pizpiretas, con las que yo te identificaba. Luego yo también viajé a Madrid. Acompañábamos a Pili al aeropuerto, pues se marchaba a Colombia.. La ciudad tenía para mí un encanto mítico, como tantas capitales cosmopolitas y tú estás unida a ella en mis recuerdos. 

Gracias por estas vivencias y por muchos más recuerdos, llenos de cariño y felicidad, cuando nacieron tus hijos y luego los míos y todo el devenir de nuestras vidas, hermanita.

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