Los templarios, con su enigmática historia y su triste final, siempre me han llamado la atención. Muchas personas se han interesado por este tema, pues hay un río de tinta al respecto, donde puedes sumergirte y tomar o cambiar de opinión al respecto.
Yo siempre había creído que el úlimo templario fue Jacques de Molay por ser el ultimo en subir a la hoguera, así que estaba un poco receloso de los libros que proliferan sobre el tema. Citando de memoria recuerdo "El Ultimo Templario" escrito por Edwar Burman en que un freire del Temple se encarga de cumplir la amenaza del Gran Maestre, o "la Herencia del Último Templario" de Jorge Molins, aunque aquí el periplo geográfico tiene lugar en la costa mediterránea. Hasta, si me apuráis un poco, también se dice que el último templario es Tomás, el hospitalero del pueblo de Manjarín, que a veces, incluso se disfraza de caballero del Temple, para atraer la curiosidad de los peregrinos que después de subir a la Cruz de Ferro inician el Camino de Santiago hacia el Bierzo.
Aunque el título me hiciera desconfiar por la proliferación de historias de últimos templarios que circulan por las librerías, el "Último Templario" del autor bañezano Ernesto Méndez Luengo me gustó mucho, aunque me dejó sin desvelar las mismas incógnitas que tenía cuando empecé a leerlo.
La primera es que si D. Pedro el Cruel fue tan malo como algunos nos cuentan y después hubiera querido saber más sobre la historia de los últimos templarios del reino de León y su intervención en la vida política del momento, aunque el titulo me hiciera desconfiar por la proliferación de historias de últimos templarios que circulan por las librerías.
Yo sabía que Pedro I era hijo de Alfonso XI y María de Portugal, pero su padre había tenido varios hijos bastardos con Leonor de Guzmán. En 1350 le sucedió en el trono y tuvo que hacer frente a numerosas dificultades: un gobierno débil por las luchas de poder entre su madre, sus primos los infantes de Aragón, sus hermanos bastardos y la alta nobleza.
En 1353 se concertó su matrimonio con la francesa Blanca de Borbón cuando Pedro ya era amante de Dª María de Padilla. A sólo tres días de la boda, encerró a su esposa en el Alcázar de Toledo, lo que le privó del apoyo de los franceses en las luchas intestinas. Circunstancia que aprovecharon los nobles para, unidos a las oligarquías municipales y al antiguo favorito, Juan Alfonso de Alburquerque, obligar al rey a ceder poderes y se le confinó en Toro.
Recuperó pronto la iniciativa, comenzando una guerra civil en la que fue tomando ciudades y ejecutando a los sublevados. Atacó luego a Pedro IV de Aragón. Inglaterra tomó partido por D. Pedro el Cruel y Francia se alió con D. Enrique de Trastamara.
Muertas la reina y Dª María de Padilla, D. Pedro proclamó herederos a los hijos que había tenido con la última. La guerra se reavivó, pero esta vez con la suerte favorable para D. Pedro.
Francia, que deseaba el apoyo castellano para su lucha contra Inglaterra, envió a Beltrán Duguesclín, con sus compañías blancas.
D. Pedro, apoyado por el Príncipe Negro y las tropas inglesas derrotó a los franceses junto a Nájera en 1367.
Enrique II puso sitio a Toledo y al mismo tiempo sorprendió a D. Pedro en Montiél. El resto es sobradamente conocido: mientras negociaban la paz en la tienda de Dugesclin y con la ayuda de este, D. Enrique asesinó a D. Pedro asentando en el trono a la dinastía Trastámara.
Sin embargo no todos habían visto a Pedro I como "cruel", otros le llamaron "El Justiciero". Durante su reinado florecieron las artes y las letras y al pueblo, que recelaba de la nobleza, las venganzas del monarca parecían a sus ojos actos de justicia, así que la poesía y la tradición popular lo representaron como el justiciero.
Las aventuras del "Ultimo templario" de Méndez Luengo se llevan a cabo en parte, como ya nos tiene acostumbrado el autor, en la zona que nos gusta, Cabrera, alrededores de la Bañeza y otros topónimos que hemos señalado en letra negrita...
Valiéndose del rapto de la sobrina del último templario del Bierzo, Don Ofrén Roldán señor de Valdovino, nos narra una serie de batallas en las que interviene a favor de D. Enrique de Trastámara, contra D. Pedro I el Cruel, aderezando las verdades históricas con un poquito de ficción literaria.
La historia comienza cuando el "jabalí de Priaranza" acude a una llamada de su amigo Iñigo Arista, capitán de la guardia del señor de Valvavido, para revelarle un secreto muy importante. El Jabalí es buen conocedor de toda la comarca.
De camino a Valdavido da muerte a un fraile corrupto que trataba de engañarle mientras le denunciaba a la justicia del rey y salva de una paliza, que intentaban propinar a otro protagonista, Ramiro, dos frailes del monasterio de San Miguel de Destriana.
Cuando al fin llegan al punto de encuentro, El capitán Arista informa a Jabalí de que debe de conducir hasta la frontera francesa, al bastardo D. Enrique que se ha refugiado en el castillo de Valbavido.
Mientras tanto, en la ermita de San Pelayo, junto a los ríos: Duerna, Peces y Tuerto el Rey Pedro pide al ermitaño, el pergamino que siglos antes había dejado un peregrino de Bretaña que terminaba con la frase:
Yo siempre había creído que el úlimo templario fue Jacques de Molay por ser el ultimo en subir a la hoguera, así que estaba un poco receloso de los libros que proliferan sobre el tema. Citando de memoria recuerdo "El Ultimo Templario" escrito por Edwar Burman en que un freire del Temple se encarga de cumplir la amenaza del Gran Maestre, o "la Herencia del Último Templario" de Jorge Molins, aunque aquí el periplo geográfico tiene lugar en la costa mediterránea. Hasta, si me apuráis un poco, también se dice que el último templario es Tomás, el hospitalero del pueblo de Manjarín, que a veces, incluso se disfraza de caballero del Temple, para atraer la curiosidad de los peregrinos que después de subir a la Cruz de Ferro inician el Camino de Santiago hacia el Bierzo.
Aunque el título me hiciera desconfiar por la proliferación de historias de últimos templarios que circulan por las librerías, el "Último Templario" del autor bañezano Ernesto Méndez Luengo me gustó mucho, aunque me dejó sin desvelar las mismas incógnitas que tenía cuando empecé a leerlo.
La primera es que si D. Pedro el Cruel fue tan malo como algunos nos cuentan y después hubiera querido saber más sobre la historia de los últimos templarios del reino de León y su intervención en la vida política del momento, aunque el titulo me hiciera desconfiar por la proliferación de historias de últimos templarios que circulan por las librerías.
Yo sabía que Pedro I era hijo de Alfonso XI y María de Portugal, pero su padre había tenido varios hijos bastardos con Leonor de Guzmán. En 1350 le sucedió en el trono y tuvo que hacer frente a numerosas dificultades: un gobierno débil por las luchas de poder entre su madre, sus primos los infantes de Aragón, sus hermanos bastardos y la alta nobleza.
En 1353 se concertó su matrimonio con la francesa Blanca de Borbón cuando Pedro ya era amante de Dª María de Padilla. A sólo tres días de la boda, encerró a su esposa en el Alcázar de Toledo, lo que le privó del apoyo de los franceses en las luchas intestinas. Circunstancia que aprovecharon los nobles para, unidos a las oligarquías municipales y al antiguo favorito, Juan Alfonso de Alburquerque, obligar al rey a ceder poderes y se le confinó en Toro.
Recuperó pronto la iniciativa, comenzando una guerra civil en la que fue tomando ciudades y ejecutando a los sublevados. Atacó luego a Pedro IV de Aragón. Inglaterra tomó partido por D. Pedro el Cruel y Francia se alió con D. Enrique de Trastamara.
Muertas la reina y Dª María de Padilla, D. Pedro proclamó herederos a los hijos que había tenido con la última. La guerra se reavivó, pero esta vez con la suerte favorable para D. Pedro.
Francia, que deseaba el apoyo castellano para su lucha contra Inglaterra, envió a Beltrán Duguesclín, con sus compañías blancas.
D. Pedro, apoyado por el Príncipe Negro y las tropas inglesas derrotó a los franceses junto a Nájera en 1367.
Enrique II puso sitio a Toledo y al mismo tiempo sorprendió a D. Pedro en Montiél. El resto es sobradamente conocido: mientras negociaban la paz en la tienda de Dugesclin y con la ayuda de este, D. Enrique asesinó a D. Pedro asentando en el trono a la dinastía Trastámara.
Sin embargo no todos habían visto a Pedro I como "cruel", otros le llamaron "El Justiciero". Durante su reinado florecieron las artes y las letras y al pueblo, que recelaba de la nobleza, las venganzas del monarca parecían a sus ojos actos de justicia, así que la poesía y la tradición popular lo representaron como el justiciero.
Las aventuras del "Ultimo templario" de Méndez Luengo se llevan a cabo en parte, como ya nos tiene acostumbrado el autor, en la zona que nos gusta, Cabrera, alrededores de la Bañeza y otros topónimos que hemos señalado en letra negrita...
Valiéndose del rapto de la sobrina del último templario del Bierzo, Don Ofrén Roldán señor de Valdovino, nos narra una serie de batallas en las que interviene a favor de D. Enrique de Trastámara, contra D. Pedro I el Cruel, aderezando las verdades históricas con un poquito de ficción literaria.
La historia comienza cuando el "jabalí de Priaranza" acude a una llamada de su amigo Iñigo Arista, capitán de la guardia del señor de Valvavido, para revelarle un secreto muy importante. El Jabalí es buen conocedor de toda la comarca.
De camino a Valdavido da muerte a un fraile corrupto que trataba de engañarle mientras le denunciaba a la justicia del rey y salva de una paliza, que intentaban propinar a otro protagonista, Ramiro, dos frailes del monasterio de San Miguel de Destriana.
Cuando al fin llegan al punto de encuentro, El capitán Arista informa a Jabalí de que debe de conducir hasta la frontera francesa, al bastardo D. Enrique que se ha refugiado en el castillo de Valbavido.
Mientras tanto, en la ermita de San Pelayo, junto a los ríos: Duerna, Peces y Tuerto el Rey Pedro pide al ermitaño, el pergamino que siglos antes había dejado un peregrino de Bretaña que terminaba con la frase:
"Encerrarse ha en la Selva
y allí morirá dos veces
una al mundo y otra a Dios".
y allí morirá dos veces
una al mundo y otra a Dios".
Este pergamino, que es histórico, fue encontrado entre los documentos de D. Pedro en su Alcázar de Sevilla.
Este rey, que ostentaba el dudoso récord de haberse desposado tres veces, en tres años, con tres mujeres, en 1352 con Dª María de Padilla, en 1353 con Blanca de Borbón en Valladolid y en 1354 en el castillo de Cuéllar con Dª Juana de Castro, hermana de Dª Inés, todas ellas bendecidas por el obispo de turno.
Su padre Alonso onceno, había dejado al morir ocho hijos naturales, habidos con Dª Leonor de Guzmán, sobrina de Guzmán el Bueno. D Enrique, Señor de Trastámara; D Fabrique, gran Maestre de la Orden de Santiago; D. Fernando, señor de Ledesma; D. Tello, Señor de Vizcaya; Sancho, Juan, Pedro y Beatriz.
Muerto D. Alfonso, su esposa Dª María instiga a D. Pedro para que encierre a Leonor en el castillo de Castrojeriz, donde la reina madre consigue que un escudero mate a la noble dama, con lo que provoca el descontento de sus hermanastros y la posterior guerra civil.
Pero volvamos a nuestra historia, en el castillo de Valdavido, construido sobre un antiguo castro celta, vivía con el templario D. Ofrén su bella sobrina Isabel. Da la casualidad de que, disfrazado de simple caballero, D. Pedro pernocta en este lugar de paso para Galicia enamorándose de Dª Isabel.
Corría además el rumor de que el fabuloso tesoro del Temple, nunca encontrado a la disolución de la Orden era custodiado por el viejo templario leonés desde la promulgación de la Bula "Vox in excelso" en la que Clemente V dictara la abolición de la Orden y excomulgara a quién se negase a acatarla.
Ya los antepasados de D. Ofrén hicieron grabar a buril en la entrada de la fortaleza junto al escudo representado una encina y un oso andante:
"yo soy aquel que vedó
el que los moros entrasen
y que de aquí no pasasen
porque así lo mando yo".
D. Pedro pensó que el mejor momento para raptar a la sobrina del tozudo templario sería durante una cacería que este organizó en su honor y para ello se valió de la banda del "tuerto de Villamorico". Senén de Priaranza les sigue la pista hasta Mayorga de Campos, donde al no ceder a las proposiciones amorosas del falso caballero, D. Pedro organizó un proceso inquisitorial a Dª Isabel vengándose a la vez del excomulgado comendador del Temple.
En el Proceso dª Isabel para salvarse de la hoguera pide un juicio de Dios. Para que haya proceso tiene que haber testigos. El primero un arquero de la fortaleza de Castrillo de Cabrera, dio fe de que la vio pasar volando a caballo de una escoba. El ballestero, que acompañó al falso caballero en su visita a Valdavido, informó fraudulentamente, con pelos y señales, de los extraños ritos celebrados en una sala subterránea, en los que adoraban a un ídolo con cuernos llamado Baphonet y escupían en la cruz, besándose en las partes más sucias, etc.
Pero durante el proceso dan tiempo al Jabalí y a Roberto, disfrazados de monjes, para acercarse al lugar del juicio, mientras las mesnadas del capitán arista toman posiciones junto a la villa.
En el Juicio de Dios, Men García de Benavente es vencido por el defensor de la dama, un caballero no identificado, vestido de negro, por lo que recibió el apodo de "La Muerte Negra". Así al presidente del tribunal no le queda otro remedio que liberar a Isabel.
Ya solo falta vengarse de los perjuros que declararon en el juicio. Consigue que confesaran que trabajaban al servicio de D. Pedro I, por lo que D. Ofren y sus mesnadas, junto con el Jabalí, se decantan a a favor del bando de D. Enrique.
Se enfrentan los dos reyes, junto a Montiel, que en tiempos de la reconquista se llamó "La selva"." Se encerrará en la selva y morirá dos veces" decía el pergamino. Debido a un fallo de estrategia D. Pedro se encierra en el castillo de Montiel y empiezan a escasear los víveres, por lo que piensa que lo más conveniente es negociar, sobornando al francés Beltrán Dugesclin. Enterado D. Enrique, le ofrece el doble. El final de la historia fraticida, lo aprendimos casi todos de niños: "Ni quito ni pongo rey pero ayudo a mi señor" decía Dugesclin apuñalando a D. Pedro...
Se cuenta en la novela que en este momento, D. Enrique concede a la "Muerte Negra" el título de conde de Boca de Huérgano. A los hombres del Jabalí el indulto real y una jugosa paga y a Senén lo nombra Guarda Mayor de la Corona de Castilla. A Iñigo Arista lo nombró Alcaide perpetuo de la fortaleza de Balboa. A Ramiro le concedió el mando de una compañía de lanceros a caballo y se distinguiría en la guerra contra el Duque de Lancaster, que casado con una hija de D. Pedro había invadido España. Al morir el fratricida, su hijo Juan I dio a Ramiro la Baronía de Murias de Paredes por los servicios prestados en combate.
Ya solo queda a D. Ofren vengar la felonía del jefe de los perjuros en el juicio contra su sobrina D. Diego Manrique de la Hoz, Señor de Castrillo de Cabrera, partidario de Pedro I incluso hasta después de su muerte, para lo que preparó meticulosamente el asalto a la fortaleza rival con todos los instrumentos de asedio al uso de la época construidos por un ejercito de armeros, herreros, guarnicioneros y carpinteros preparando escaleras, catapultas, torres de asalto, arietes y lo mas importante: los vehículos para transportarlos desde Corporales por los canos junto a los precipicios con el río Cabrera al fondo hasta Castrillo.
Mientras tanto, alertado D. Diego, con 4000 hombres de armas esperaba en su castillo el inminente ataque sin haberse dignado pedir perdón a D. Enrique como aún hacían multitud de prelados y nobles antes adictos a la casa de D. Pedro. Su lema era: "Entre penas y tormentos fui lanzado/mas nunca de vencimiento sojuzgado.
Vemos luego a través de la narrativa de Méndez Luengo casi con precisión cinematográfica como sería un asedio en la Edad Media: Las luchas a campo abierto, la toma de la primera muralla de argamasa que rodea el pueblo. Los sitiados luchan con tesón, pues hasta ellos ha llegado la noticia de la entrada a España por Zamora de un ejercito Anglo-Portugues del Duque de Lancaster, esposo de Dª Constanza la primogénita del Justiciero. Pero el templario estrecha el cerco y con la caballerosidad propia de la época deja salir de la fortaleza a la esposa y familia de D Diego antes del ataque final con las torres y arietes.
D. Diego al verse derrotado se encierra en la torre del homenaje quemando todos los muebles y desde lo alto, rodeado por las llamas grita: Misericordia pido a Dios por mis pecados pero maldigote a ti Ofrén porque alzaste tu espada contra el rey.
Para evitar más sufrimientos, un ballestero de Arista llamado"El zurdo de Miñambres" disparó una certera flecha contra el castellano que cayó mortalmente herido.
"Consumatum est" dicen que dijo el ultimo templario mientras volvía grupas a su castillo de Valdavido precedido por el famoso Baucent o banderín del Temple.
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