De nuestra visita a Estambul nos queda la sensación de una ciudad encantadora, donde nos gustaría volver, para callejear y disfrutar de la gente que vive o está allí.
Iniciamos la visita con El Crucero por el Bósforo. Los guías nos explicaron la historia y la vida del Bósforo, así como la del Cuerno de Oro, lo cual sirvió como un marco, para ubicarnos en la ciudad.
Al atardecer empezamos a callejear.
Me acuerdo esa noche de llegada, cuando nos acercamos a Santa Sofía, la obra más grande y sagrada de la época bizantina, la impresión que me invadió, al sentirme al lado de tan magno edificio, tantas veces retratado en mis libros escolares.
La historia fluye por este museo, antes mezquita y antes basílica cristiana, respetado, reutilizado e imitado, sin que la belleza de otras construcciones posteriores hayan mermado su esplendor.
La primera aportación fue la del emperador Constantino, que convierte la ciudad de Bizancio en la "Nueva Roma": Constantinopla y su madre, santa Elena, impulsora del cristianismo como religión oficial en el imperio romano.
En el año 537 Justiniano y Teodora marcaron un hito, con la edificación de este templo, su estilo constructivo, sus mosaicos bizantinos y el realismo de las imágenes, que sirvieron de modelo para toda la cristiandad.
En la III Cruzada, 1204 fue saqueado y destruidos los mosaicos de pan de oro del suelo.
Cuando Sultan Mehmet conquista la ciudad en 1453, invirtió gran parte de su fortuna en el edificio, cubriéndolo con una fina capa de cal para ocultar las imágenes y para pintar los motivos otomanos. Construyendo un mihrab y otros elementos, lo convirtió en mezquita.
Ataturk la restauró, sacó a la luz los mosaicos bizantinos y en 1935 se inauguró como museo.
Nosotros el día 13.04.12 lo vimos por dentro, quedando extasiados ante su inmenso tamaño, la famosa decoración y su luz filtrada.
El recorrido monumental de nuestra estancia en Estambul se inició en la plaza del Hipódromo, contemplando las piezas clásicas: el obelisco de Egipto, la Columna Serpentina de bronce y la columna de Cantería.
Luego visitamos la Mezquita Azul, obra del joven Sultán Ahmet I en 1603.
La belleza de su amplia nave, la luz azul que la llena, contagiada por los azules de sus más de 21.000 azulejos de Izmir, nos embrujó.
Mientras, nos movimos descalzos, pisando la riqueza de sus alfombras, tejidas en talleres imperiales y rodeados por los brillos de las lámparas del más fino cristal europeo.
Antes de comer visitamos la Cisterna Yerebatan, que nos pareció una obra subterránea impresionante y muy hermosa.
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