Hemos celebrado en la Bañeza la fiesta de la alubia, por supuesto con los primos Anita y Ángel. ¡qué ricas estaban las alubias comidas en la terraza de un bar de "La plaza los cacharros", (aunque ahora se llama de otra manera)¡qué animación, tanta gente compartiendo la comida, en una ciudad que parecía una pradera, una romería!
Después de los puros y la pequeña modorra, sesteada entre café y café, nos hemos animado a hacer una excursión por el Valle de Vidriales. Ángel es un ave, para conducir entre callejas de los pueblos y mostrar todos los detalles de interés.
Salimos hacia Jiménez de Jamuz y después de pasar la Potilla nos torcimos a la izquierda para ir al monasterio de S. Esteban de Nogales, que se encuentra a orillas del río Eria.
Seguimos hasta Alcubilla de Nogales y allí torcimos, separándonos del río y dejando con nostalgia Arrabalde, para bajar al hermoso valle de Vidriales, que ya se divisaba más allá de Villageriz y de Fuente Encalada, de gloriosa memoria...
Paramos en los alrededores de la ermita y echamos una ojeada al campamento romano de Petabonium, antes de girar a la derecha buscando Ayoó de Vidriales. El pueblo, empinado, nos recibía con el jolgorio festivo que salía de sus bares y claro, en uno de ellos Ángel encontró amigos, como suele suceder, pues parece conocer a todo el mundo.
Continuamos hasta Cubo de Benavente, cuyas lomas y sus bodegas, brillaban con los tonos rosados del atardecer. Luego llegamos de nuevo al Eria, en Nogarejas y por Herreros de Jamuz a la Bañeza.
Era casi de noche, pero La Bañeza seguía de fiesta, con música y baile para los incansables...
Después de los puros y la pequeña modorra, sesteada entre café y café, nos hemos animado a hacer una excursión por el Valle de Vidriales. Ángel es un ave, para conducir entre callejas de los pueblos y mostrar todos los detalles de interés.
Salimos hacia Jiménez de Jamuz y después de pasar la Potilla nos torcimos a la izquierda para ir al monasterio de S. Esteban de Nogales, que se encuentra a orillas del río Eria.
Seguimos hasta Alcubilla de Nogales y allí torcimos, separándonos del río y dejando con nostalgia Arrabalde, para bajar al hermoso valle de Vidriales, que ya se divisaba más allá de Villageriz y de Fuente Encalada, de gloriosa memoria...
Paramos en los alrededores de la ermita y echamos una ojeada al campamento romano de Petabonium, antes de girar a la derecha buscando Ayoó de Vidriales. El pueblo, empinado, nos recibía con el jolgorio festivo que salía de sus bares y claro, en uno de ellos Ángel encontró amigos, como suele suceder, pues parece conocer a todo el mundo.
Continuamos hasta Cubo de Benavente, cuyas lomas y sus bodegas, brillaban con los tonos rosados del atardecer. Luego llegamos de nuevo al Eria, en Nogarejas y por Herreros de Jamuz a la Bañeza.
Era casi de noche, pero La Bañeza seguía de fiesta, con música y baile para los incansables...
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